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Por aquel tiempo había iniciado en Mornese un
fecundo apostolado el piadosísimo don Domingo
Pestarino, cuyo recuerdo será imperecedero. Al
terminar los estudios en el Seminario de Génova,
donde había trabado estrecha amistad con el
canónigo Alimonda, más tarde Cardenal de la Santa
Iglesia y Arzobispo de Turín, y con el Siervo de
Dios el teólogo José Frassinetti, se ordenó
sacerdote y volvió a Mornese, donde había nacido.
Llamaba la atención en aquel pueblo ver a alguien
acercarse a la mesa eucarística durante la semana,
pero, gracias a su ardiente celo, al cabo de pocos
años, la mayor parte de los feligreses, hombres y
mujeres, se acercaba a ella diariamente. A tal
extremo que el obispo, monseñor Contratto, cuando
hizo la visita pastoral, afirmó:
-Mornese es el jardín de mi diócesis.
Y María era y tenía que aparecer a los ojos de
todos como la más hermosa flor de Mornese.
Pero >>cómo hubiera podido esta humilde y
virtuosa muchacha ponerse sin más al frente de un
amplio grupo de jóvenes aspirantes a la vida
religiosa normal y de pronto ((**It10.579**)) hacer
suyo el espíritu del Fundador, aun teniendo las
mismas aspiraciones, si no las hubiese cultivado
de antemano?
También en esto fue preparándola el Señor de
manera maravillosa.
Encontramos algunos detalles en un librito del
teólogo Frassinetti, titulado Regla de la Pía
Unión de las nuevas Ursulinas, Hijas de Santa
María Inmaculada, bajo la protección de Santa
Ursula y de Santa Angela Merici 1.
Hacia 1850 hubo en Mornese una piadosísima
joven, Angelina Maccagno, la cual, a sus dieciocho
años de edad, determinó consagrarse enteramente a
Dios, sin abrazar la vida religiosa y
permaneciendo en el siglo. Comunicó primero su
intención a una prima, que manifestó su decisión
de aceptar el proyecto. Habló después de ello con
su director espiritual, don Domingo Pestarino, el
cual, tras ponderarlo pausadamente, diole su
consentimiento. Entonces, de acuerdo con él, pensó
en redactar un Reglamento que sirviera de norma
para las muchachas ya reunidas y las que se
decidiesen a unirse a ellas con el mismo fin.
Desconocía en absoluto la Compañía de Santa
Ursula, fundada por santa Angela Merici y aprobada
por Pablo III en 1544.
1 Génova, 1867. Tipografía de la Juventud.
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