((**Es10.53**)otras
casas hablándome sobre esto. Ahora escuchad,
porque os lo voy a contar a vosotros para que
riáis un poco; pues ya se sabe que, cuando uno
sueña es porque está durmiendo, y, por tanto,
démosle sólo la importancia que merece.
Yo, aun durante mi enfermedad, estaba siempre
entre vosotros con el pensamiento. Allá hablaba
siempre de vosotros de día, de noche ((**It10.46**)) y en
todo momento, porque mi corazón estaba aquí. Por
tanto, hasta cuando soñaba, soñaba con vosotros y
con las cosas del Oratorio. Vine, pues, varias
veces a visitaros; y sabría referir las cosas
relacionadas con muchos de los que me escuchan
mejor que ellos mismos.
Es cierto que no venía a haceros estas visitas
con el cuerpo, porque de haber sido así me
habríais visto.
Una noche, apenas me quedé dormido, he aquí que
me pareció inmediatamente estar aquí en medio de
vosotros. Me pareció que salía de la iglesia
antigua y que me encontraba con uno en este rincón
del patio (junto a los pórticos que lo unían con
el locutorio).
Tenía el tal un cuaderno en la mano en el que
aparecían escritos los nombres de todos los
alumnos. Me miraba e inmediatamente se ponía a
escribir. Abandonando este sitio, se fue al rincón
de las clases antiguas; después, al fondo de la
escalera donde están actualmente, y en menos
tiempo del que yo tardo en decirlo, había dado una
vuelta por todo el patio, observando y escribiendo
sin perder tiempo.
Deseoso de saber quién era y qué escribía, fui
tras él, pero andaba tan de prisa que yo tenía que
correr para seguirlo.
Pasó también al patio de los aprendices y, con
celeridad extraordinaria, seguía observando y
escribiendo. Sentí nuevo deseo de saber qué
escribía. Me acerqué y vi que escribía en el
renglón en el cual estaba anotado el nombre de un
muchacho y luego en otro. Mientras él miraba hacia
una y otra parte, yo me aproximé aún más, volví
algunas hojas y vi que por una parte estaban los
nombres de los jóvenes y que en la otra página del
cuaderno, de cuando en cuando, se veían figuras de
animales. Al lado de algunos había un cerdo con
estas palabras: Comparatus est iumentis
insipientibus, et similis factus est illis (se
comparó con los necios jumentos se hizo semejante
a ellos). Junto a otros había pintada una lengua
con dos puntas, con la inscripción: Sussurrones,
detractores..., digni sunt morte; et non solum qui
ea faciunt sed etiam qui consentiunt facientibus
(murmuradores, detractores... son dignos de
muerte; y no sólo los que tal hacen, sino también
los que consienten con los que lo hacen). Junto a
otros había dos orejas de asno muy largas, que
significaban las malas conversaciones, y estas
palabras: Corrumpunt bonos mores colloquia prava
(las malas conversaciones corrompen las buenas
costumbres). Otros tenían pintado un búho o algún
otro animal. Yo pasaba las hojas con mucha
rapidez, y pude observar que algunos nombres
estaban grabados en el papel y no escritos con
tinta, por lo que apenas si se podían entender.
Entonces miré con atención a aquel tipo y vi
que tenía dos orejas largas y muy rojas; que le
brillaban en la frente dos ojos que echaban sangre
y fuego y que tenía el rostro como si hubiera sido
de fuego.
-íAh! Ya te conozco, dije para mí.
Dio otras dos o tres vueltas por el patio, y,
mientras se ocupaba con el mayor interés en su
misión de observar y escribir, sonó la campana
para ir a la iglesia. Yo me dirigí hacia ella y
también él se puso inmediatamente cerca de la
puerta por donde tenían que pasar los jóvenes;
desde allí observaba los que entraban. Cuando
todos hubieron entrado en el sagrado recinto,
entró él también y ((**It10.47**)) se
colocó junto a la verja de la balaustrada, y desde
allí tenía la vista clavada en los muchachos que
escuchaban(**Es10.53**))
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