((**Es10.517**)
>>Y Antonelli, con una sonrisa, contestóme a
media voz:
>>-íEh... querido amigo! Se lo hemos escrito ya
muchas veces y seríamos felices de tenerlo con
nosotros en Consistorio..., pero, que si
quieres...; don Bosco no quiso nunca saber nada de
eso.
>>Pues bien, el 27 de abril de aquel mismo año
volvía yo a Tortona, que era entonces el lugar de
mi residencia. Quiso la suerte que me encontrara
en la estación de Alessandria con el venerando don
Bosco. Estaba allí en un rincón de la sala de
espera, modesto como de costumbre, esquivando las
demostraciones y cumplidos mundanos. Corrí hacía
él al instante, penetrado de respeto y alegría, me
incliné ante él y, después de mucho conversar,
puesto que se me ofrecía la oportunidad de
repetirle mi conversación con el cardenal
Antonelli, le dije lo mucho que deseaban en Roma
tenerle en el colegio cardenalicio.
>>Al oír mis palabras, don Bosco, con la
afabilidad que le caracterizaba, entre grave y
jovial, me constestó:
>>-Querido profesor...., y una vez cardenal,
>>qué más sería yo? Nada. En cambio, como simple
sacerdote, todavía puedo hacer algún bien.
>>Y así diciendo, me dio un afectuoso apretón
de manos y me agradeció el interés que me había
tomado por él. Poco después subió al tren, me dio
su bendición y desapareció envuelto en una nube de
polvo y humo.
>>Pero siempre ha quedado clavado en mi
recuerdo aquel momento; siguen grabadas en mi
corazón sus palabras y en mi alma su última
sonrisa>>.
((**It10.566**)) 18. En
conclusión
Tampoco podía ser mayor el aprecio en que se le
tenía en el campo liberal. Desde aquel año siguió
interesándose por uno y otro Obispo para
obtenerles las Temporalidades. Y sus instancias
daban buen resultado.
En el verano pidió encarecidamente al ministro
Vigliani que se las concediera a monseñor De
Gaudenzi, Obispo de Vigévano y a monseñor Villa,
Obispo de Parma. Y el Ministro respondía, de su
puño y letra:
(**Es10.517**))
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