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queden bajo su jurisdicción. Los Obispos (dado que
estos muchachos proceden de todas las diócesis) no
quieren, y tienen razón, renunciar a ejercer su
jurisdicción sobre los respectivos sujetos y más
en estos tiempos en que hay escasez de sacerdotes.
>>La Congregación de Obispos y Regulares,
después de profundos estudios, ha encontrado un
termíno medio, que sin agraviar las justas
observaciones de los Obispos, concede a don Bosco
suficiente facultad sobre los sacerdotes de su
Congregación en la medida de las necesidades de
los centros por él fundados y por fundar.
>>Después de lo que he dicho, contaré todavía
un hecho. Fue un día don Bosco a tratar un asunto
con cierto alto personaje del gobierno. Este,
llevado por la índole del razonamiento, repitió
con palabras lo que nunca se había mantenido con
los hechos, a saber, que el gobierno tenía con la
Santa Sede la mayor consideración, un gran respeto
al Papa, y que no quería invadir los poderes de la
Iglesia; en fin, todo un mundo de bonitas palabras
y por eso que no comprendía cómo el Papa quería
obstinarse (sic) en no querer dar un paso hacia un
estado de cosas que ya no se podía (!!!) alterar.
El óptimo sacerdote refirió en otra parte estas
palabras, pero no se atrevió a añadir ni una
palabra suya. Si podían estas palabras tener algún
valor, estaban, sin embargo, muy lejos de aludir a
una misión que don Bosco se habría guardado de
asumir.
>>Et nunc erudimini (Y ahora aprended)>>.
Mientras la prensa esparcía a los cuatro
vientos todas estas necedades y don Bosco había
vuelto a Turín, en Roma se mantenían vivos los más
gratos recuerdos en todos los que le habían
tratado.
En el Vaticano crecía más y más su fama de
santidad. A poco de volar don Bosco al Cielo, el
14 de marzo de 1888, el profesor Juan Lorini
enviaba a don Miguel Rúa esta declaración:
<((**It10.565**)) mi
ilustre amigo el marqués Augusto de Baviera, tuve
el alto honor de ser presentado en audiencia
privada a Su Santidad Pío IX y al cardenal
Antonelli. Pues bien, aquella tarde de abril,
mientras estuve en coloquio secreto con el
cardenal Antonelli, se habló de muchos prelados de
Lombardía y Piamonte. Lógicamente nuestra
conversación llegó también al humilde y gran
sacerdote a quien todo el mundo ensalzaba, a don
Bosco, y sus obras milagrosas y al gran bien que
iba haciendo a la humanidad. Recuerdo que
precisamente aquella tarde me atreví a preguntar a
su Eminencia:
>>-Decid, Eminencia: >>por qué no habéis hecho
todavía Cardenal a un varón tan santo como don
Bosco?
(**Es10.516**))
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