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fui llamado urgentemente y me expusieron muchas
observaciones para el Arzobispo de Turín por haber
dado publicidad a las cosas, de las que los
diarios se habían adueñado; los diputados habían
amenazado con interpelaciones, el Consejo de
Estado era de parecer incierto, etc., etc.
Pero todo esto no era más que un pretexto para
ocultar la verdad. El hecho cierto es que el día
anterior se había recibido una carta violenta de
Bismarck protestando contra las voces de
conciliación y especialmente contra los Obispos
que etc.
Las negociaciones no están rotas, pero, sí,
suspendidas. Antes del fin de semana espero
poderle escribir más cosas.
Me encomiendo a la caridad de sus oraciones;
haga pedazos esta carta,
De V. E. Rvma.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It10.534**)) 16.
Oposición absoluta
La publicidad dada a los ensayos que se estaban
haciendo y la intervención de Bismarck no
lograron, por el momento, más que aconsejar se
continuaran en secreto absoluto. Don Bosco mismo,
como se trasluce del diario de don Joaquín Berto,
dejó de mencionarlos hasta en la intimidad
familiar; mas las gestiones se prosiguieron con la
esperanza de llegar a una solución.
Pero los diarios clericales, anticlericales y
masónicos no dejaban de hablar de ellas.
El Journal de Florence del 8 de febrero (año
IV, n.° 31 ), exponía en primera página, y en el
artículo de fondo, los motivos que habían llevado
a don Bosco a Roma, y, dos días después, lo
publicaba en italiano el Emporio Popolare de
Turín:
<>La cuestión del exequátur para las bulas de
preconización de los Obispos italianos ha vuelto a
salir a escena. Primero la Libert…, después la
Opinione habían dado la voz de alerta anunciando
que el reverendo don Bosco, sacerdote de Turín, se
encontraba en Roma, donde hacía el papel de
intermediario entre la Santa Sede y el Gobierno
italiano para inducir a éste a renunciar a la
pretensión del exequátur, y a reconocer los
Obispos nombrados por el Sumo Pontífice. Hemos
creído prudente hasta ahora guardar silencio sobre
un asunto de tanta gravedad; porque, al tratarlo,
hubiéramos tenido que mostrar que, si en este
negocio cedía alguno, era el Gobierno italiano y
no la Santa Sede y evidentemente esta revelación
no podía dejar de perjudicar el éxito de las
negociaciones.
(**Es10.489**))
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