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<>-íNo haremos nada! Visconti Venosta escribió
el otro día una carta, en la que decía que la
Iglesia goza de plena libertad y después,
anteayer, algunas señoras entraron en el Coliseo
para rezar ante la última estación del Vía Crucis
que quedaba todavía expuesto a la veneración, y
fueron encarceladas. íEh, sí; son unos Picaruelos!
>>Después, volviéndose a la esposa del
caballero Balbo, aquejada de dolor de muelas,
añadió:
>>-Aquí hace falta una doctora; yo tengo
((**It10.533**)) a esa
doctora, que viene a curarme cada semana. >>Sabéis
quién es? Decídmelo vos, don Bosco, por favor.
>>-Es la paciencia, contestó don Bosco.
>>Y el Papa añadió:
>>-Además tengo que deciros una palabra.
>>Bajamos del Vaticano. En el patio interior,
subimos en un coche cerrado y con él fuimos hasta
cerca del Oratorio de San Marcelo en la calle de
la Humildad, a casa del marqués Augusto de
Baviera. Director del Osservatore Romano y comimos
con él. Se habló de muchísimas cosas... El pidió
permiso a don Bosco para escribir algo en su favor
y combatir la Voce della Verit…, que había hablado
varias veces y no dejó muy grata impresión...
>>Al anochecer vino a saludarnos, antes de
marchar, el caballero Occelletti junto con
Testore; Occelletti estaba tan emocionado por la
visita al Padre Santo que lloró varias veces de
consuelo>>.
Y don Bosco le dio esta carta, para entregar
personalmente en mano a monseñor Gastaldi, de
manera muy confidencial:
Excelencia Rvma.:
Aprovecho el viaje del caballero Occelletti
para comunicarle algunas noticias que no se pueden
confiar al papel.
Cuando todo estaba concluido y el Ministro de
Gracia y Justicia había escrito de su puño y letra
un formulario que, aceptado por la Santa Sede,
había sido enviado a V. E. Rvma., ya no había que
temer dificultades. Así parecía. Mas, por el
contrario,
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