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Don Bosco iba y venía; se hablabla, se
objetaba, se discutía; pero siempre de modo que ni
de lejos se echara de ver que el Papa tomaba parte
en aquellas negociaciones.
Algunas veces fue introducido en la sala donde
estaban reunidos todos los ministros con algunos
diputados, más de dieciocho personas; y él tenía
la cabeza y el estómago cansados de tanto pensar y
hablar. Un diputado exclamó un día:
-Don Bosco, por sí solo, vale por todos
nosotros juntos; lástima que no haya abrazado la
carrera de Ministro de Estado; no pierde nunca el
ánimo. Si fractus illabatur orbis, impavidum
ferient ruinae (aun cuando el orbe entero se
desplome hecho añicos, aguantará impertérrito las
descargas de los escombros).
Por fin le dijo Pío IX:
-Pues bien, acabemos; puesto que el Gobierno
del Rey acepta todas las condiciones que se han
puesto, decid que nos dé una garantía duradera y
yo doy mi asentimiento.
Don Bosco repitió estas palabras a Vigliani, y
éste observó:
-Aquí está el busillis (la dificultad): >>cómo
dar una garantía duradera? Estamos en un gobierno
parlamentario. Hoy o mañana pueden cambiar
Ministerio y Cámara, y todo puede irse al traste.
El 6 de febrero, el artículo de la Voz de la
Verdad fue criticado como se merecía por L'Italie
de Roma.
En la Voce della Verit…, del sábado pasado, ha
aparecido un artículo titulado: <>. Ha impresionado mucho al mundo
que frecuenta el Vaticano y que acude allí en
busca de inspiración. Este artículo no es más que
una diatriba violenta contra el clérigo don Bosco,
que es acusado por los piadosos escritores de la
Voce de ser un factor de conciliación, y
denunciado por ellos al mundo católico como un
fariseo.
Es un verdadero escándalo. Todo el mundo sabe
que don Bosco es un sacerdote ejemplar, que ha
levantado iglesias, fundado escuelas e ((**It10.531**))
institutos y obtenido unos resultados a los que el
mismo monseñor Nardi no habría podido llegar.
>>Cómo se entiende, pues, que ahora se venga a
injuriar e insultar públicamente a un sacerdote
como éste y que estos insultos salgan precisamente
de los despachos de la Voce, órgano de los
Jesuitas? Hemos buscado informaciones y hemos
sabido que los insultos dirigidos contra don Bosco
no eran más que la expresión de los sentimientos
personales de la Voce y que el Vaticano, lo mismo
que todos los que tienen cierta dosis de educación
y de caridad, los han condenado severamente.
No es nuestra misión defender a don Bosco;
nuestra defensa puede que hiciera más mal que
bien; pero hemos de advertir que el Vaticano, al
menos por lo que nosotros sabemos, no participa en
las antipatías de que habla la Voce contra el
excelente sacerdote turinés, que, de acuerdo con
sus legítimos superiores, se ha lanzado
ardorosamente al trabajo para allanar las
dificultades referentes al Exequátur.
La Gazzetta de Turín (n.° 37, segunda edición)
se burlaba también
(**Es10.486**))
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