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((**Es10.47**) ((**It10.39**)) Fue a Roma y se olvidó del encargo. Pero, a su vuelta al Oratorio, he aquí que se le acercó el mismo jovencito y le dijo: -íDon Bosco, le había encargado que dijera esto y esto al Papa!... Cumpla de veras mi recado. Volvióle a llamar el Santo como la otra vez, hízole la misma pregunta y el muchacho contestó: -íYo no le he dicho nada! íYo no sé nada! Era tal su candor que don Bosco ya no insistió; pero, convencido de que el Señor le había hablado, una y otra vez, por boca de aquel jovencito, cuando volvió a Roma dio el recado al Papa. No sabemos quién fue ese jovencito; sólo sabemos que se hizo salesiano, sacerdote y misionero. En otra ocasión estaba don Bosco preocupado frente a un gravísimo asunto en el que no sabía qué partido tomar. Fue a celebrar la misa y, en el momento de la elevación de la Hostia, vino a su mente una solución, que parecía resolver toda dificultad. Se sintió tranquilo y dio gracias al Señor. Acabada la misa, volvió a la sacristía, y el muchacho que le había ayudado, se le acercó y le dijo: -Aténgase al partido que vino a su mente en el momento de la elevación. Quedó atónito y, cuando subió a la habitación, mandó llamar a aquel muchacho, le preguntó, y le oyó responder que... íno recordaba haberle hablado! Hubo más hechos extraordinarios que demuestran la realidad de la vida santa de muchos en el Oratorio. En cierta ocasión, acompañaba a un sacerdote forastero para visitar el altar de María Auxiliadora. Se encontró allí con un muchacho levantado en el aire, en un rapto de adoración, detrás del altar mayor. Al aparecer los visitantes, quedó turbado y, volando como pluma que lleva el viento, fue a arrodillarse a los pies del Santo pidiéndole perdón. -Tranquilo, tranquilo, le contestó, vete a tu quehacer, íno pasa nada! Y volviéndose al sacerdote, se limitó a decirle: -íDiríase que son cosas de la edad media, pero suceden hoy! Otra vez, entró en el santuario de María Auxiliadora por la plaza, a una hora en que no había nadie, y vio a un alumno suspendido ((**It10.40**)) en el aire, ante el gran cuadro del altar mayor. Lo mismo que san José de Copertino, en un ímpetu de amor se había lanzado hasta allá para besar la imagen de María Auxiliadora. Fue el mismo don Bosco quien narró varias veces estos hechos.(**Es10.47**))
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