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desde el salón dormitorio del Papa? >>Qué os
parece? íCuántas emociones en un sólo día! Verdad
es que sobre una de las cumbres del Capitolio se
coronaba a los triunfadores y sobre la otra se
alzaba la roca Tarpeya. El Gabinete del Comisario
del Santo Oficio es la roca Tarpeya del
Vaticano>>.
íVil sarta de embustes, que parecía imposible!
Don Bosco había estado con el Comisario del Santo
Oficio el 9 de enero y escribía don Joaquín Berto:
<>. Volvió otra vez y estaba
ausente; y don Bosco mismo observaba:
-Realmente no comprendo cómo la Gaceta de
Italia ha podido enterarse de la visita, que hice
al padre Sallua, pues era de noche. Lo que cuenta
no es verdad, en absoluto; pero sí la visita; y no
hablé más que con un empleado del padre Sallua.
((**It10.506**)) Todos
los que le conocían, de cualquier partido que
fueran, le trataban amablemente y con la mayor
veneración. Escribe don Joaquín Berto: <>-Diga a don Bosco que puede venir mañana por
la mañana alrededor de las diez, o también por la
tarde a las cuatro, y, si prefiere que yo pase por
allí, iré con mucho gusto.
>>Don Bosco estuvo con él cerca de hora y
media, y después me dijo que lo trató y recibió
muy bien; que fue él quien intercedió ante el Rey
para que no fuera requisado el convento de las
Sacramentinas. Sucedió así. La esposa del Ministro
de la Casa Real, el diputado senador Visone, que
iba allí a oír misa, contó al marido el peligro en
que se encontraba la casa e iglesia de las
Sacramentinas de ser transformada en cuadra de
caballos. Entonces el Conde acudió a Su Majestad y
a la mujer de Humberto, la princesa Margarita, y
tanto dijo e hizo, que obtuvo la gracia. Logró
también se perdonara a todas las otras casas, que
sabía de antemano caerían en posesión de la Casa
Real, y por esto, el día anterior estuvo a riesgo
de dimitir; pero, después, tomó cartas en el
asunto el Excmo. Ministro Menabrea y todo se
arregló>>.
Por la tarde fue a visitar al cardenal Mónaco
en el palacio Altemps, de la plaza Navona, y allí
permaneció casi una hora y media, y, entre otras
cosas, obtuvo gratuitamente dos breves para el
Oratorio privado de las señoras Vicini y Ghiglini.
A la mañana siguiente fue don Joaquín Berto a
retirarlos a la Cancillería y el Prelado, que se
los entregó, le dijo cortésmente:
-Todo gratis; íasí lo quiso el Padre Santo!
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