((**Es10.463**)su salón
dormitorio y estuvo a solas con él casi dos horas.
No se ha vislumbrado el misterio de este coloquio
entre el Sumo Pontífice y el taumaturgo turinés.
>>Sabíase ya que don Bosco había sido llamado
para profetizar al Padre Santo, y es de esperar
que haya sabido conciliar dos partes
ordinariamente inconciliables, la de profeta y la
de cortesano...
>>>>Hízolo de tal modo que dejara satisfecho al
suspicaz e irritable Pontífice? Nadie lo sabe;
pero don Bosco mismo podría dudarlo al recibir una
invitación bastante inesperada y extraña. Era una
delicada cartita del Comisario de la Santa Romana
Universal Inquisición de haereticorum pravitate en
la que se rogaba tuviera a bien pasar un momento
por su despacho. Semejante invitación, en otros
tiempos, os convertía enseguida en candidato a la
tortura o a la hoguera y, recibirla, era también
para el profeta el anuncio de una ruina inmensa,
incalculable, suprema...
>>Quien caía en las garras del Santo Oficio y
salía vivo de ellas se volvía cano... Tales
bienaventuranzas por fortuna ya no son de nuestros
tiempos y el óptimo padre León Sallua, de la Orden
de Santo Domingo, no tendría para quemar ni a uno
de esos Jesuitas, que tan cordialmente detesta, ni
siquiera al eminentísimo Tarquini, cuyo libro
sobre los concordatos, como muy bien lo demuestra
((**It10.505**)) el
canónigo De Angelis, huele a lo mejor de las
herejías.
>>El Comisario del Santo Oficio hizo observar a
don Bosco que éste era cabalmente su caso. Un
profeta herético es sin duda algo insólito y
espantoso... Pero el caso, aunque grave, no era
desesperado. El padre Sallúa declaró a don Bosco,
con el mayor donaire, que su libro sobre el
Príncipe de los Apóstoles, san Pedro, merecía una
condena tan evidente como las obras de Gioberti y
de Rosmini, pero que el supremo tribunal de la
Inquisición podía ahorrar ese amargo trago a sus
virtudes y su extraordinaria fama de santidad. Por
eso el autor, para no ver su obra en el Indice y
para no incurrir él mismo en excomunión mayor y no
encontrarse, en consecuencia, en estrechas
relaciones con el sobredicho supremo tribunal,
tenía que apresurarse a retirar su obra y
corregirla.
>>No dudamos que el coloquio del Comisario del
Santo Oficio con don Bosco resultará para éste una
excelente propaganda. Todos querrán leer el libro
antes que sea retirado y destruido por las
terribles garras del tétrico tribunal; todos
querrán descubrir en él las páginas con las que se
hubiera podido hacer un auto de fe... El interés
del público crecerá pensando que el autor es
considerado como taumaturgo y profeta del
infalible Pontífice. Pero >>ir al Santo Oficio
(**Es10.463**))
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