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también los muchachos, que le confiaba la divina
Providencia, pudieran conservar sin mancha esta
hermosa flor de virtud.
>>Se afanaba para apartarlos de los peligros.
Por eso acortó las vacaciones, estaba alerta para
elegir asistentes y maestros, mandaba tener
cerrados durante el día los dormitorios y, en
general, todos los escondrijos; quería amplios
patios, donde todos los muchachos pudieran estar
((**It10.38**)) a la
vista de los asistentes, prohibía que los alumnos
entraran en las habitaciones de los otros e
incluso en las de los Superiores, excepto los que
tenían despacho, por ejemplo, el director y el
prefecto. Quería que los asistentes no dejaran
solos a los jóvenes y que por la noche tuvieran
corridas las cortinas de su cama para poderlos
vigilar mejor. Pero, lo que más cuenta, es que
sugería a los mismos muchachos tantos medios que,
de practicarlos, se podía tener la seguridad de
que se conservaban castos. Aconsejaba, sobre todo,
la frecuencia de los sacramentos y la devoción a
la Virgen.
>>Por la naturaleza de su institución tenía que
aceptar en su internado muchachos, que ya habían
sido alguna vez víctimas de las pasiones humanas.
Pero tomaba tantas y tales precauciones para que
no perjudicaran a los demás que nunca sucedía
ningún grave inconveniente. Además, él mismo no
los perdía de vista y, si sospechaba que alguno de
ellos necesitaba vigilancia especial, avisaba a
otros superiores para que anduvieran ojo avizor y,
para mayor seguridad, ponía a su lado algún
compañero seguro en la virtud, con el encargo de
no perderlo nunca de vista, de que se ganara su
amistad, y que, con garbo, lo encaminara a las
prácticas piadosas, especialmente a la frecuencia
de los Sacramentos. No hay, pues, que extrañarse
de que con todos estos medios se obtuvieran
conversiones extraordinarias y no hubiera graves
desórdenes>>.
íTampoco hay que extrañarse de que sucedieran
hechos singulares, y hasta ordinarios, entre los
alumnos del Oratorio! En la escuela de un santo, y
de un santo como don Bosco, florecían las azucenas
y se formaban ángeles de los que a veces se servía
el Señor para hablar a su fiel Siervo!
Un día del 1871, estaba en el patio, rodeado de
muchachos, los cuales sabían que pronto iría a
Roma.
Uno de ellos se alzó de puntillas y le dijo
claramente al oído:
-Diga esto y esto al Papa.
Acabado el recreo, subió a su habitación, mandó
llamar al muchacho y pidió le repitiera lo que le
había dicho poco antes, y le oyó responder:
-íSi no le he dicho nada...!(**Es10.46**))
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