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de la tercera semana. Damos a ésta la preferencia,
en vez de entresacar de las cartas de don Joaquín
Berto, y la presentamos íntegramente:
<>En Roma hay movimiento general por don Bosco.
Todos quieren verle y decirle una palabra. De la
mañana temprano hasta muy avanzada la tarde no
tiene un momento libre; siempre está rodeado de
miles de personas que quieren verlo y, si pueden,
hablarle.
>>Por una carta del 13-3 sabemos que el 12-3, a
las nueve, se sintió en Roma la terrible sacudida
de un terremoto, que duró cinco minutos; dan
gracias a Dios de que no haya sido más largo, pues
si hubiese durado dos minutos más, Roma se hubiera
venido abajo. Se teme que se repita, a juzgar por
el presente estado del cielo. Por efecto del
terremoto se abrieron en el campo romano algunos
socavones, pero no hubo que deplorar grandes
daños, solamente que en Roma pasaron gran miedo. Y
la verdad, oír de improviso que suenan campanas y
esquilones, ver que los muros se inclinan contra
nosotros, sentir que nos falta el suelo bajo los
pies, basta para infundir miedo a cualquier
hombre, por valiente que sea.
>>El día 13-3 recibió don Bosco la visita de
una comisión inglesa que, llegada a Roma para
hablar con Su Santidad Pío IX, al enterarse de que
allí estaba también don Bosco, fue rápidamente a
verlo y se afanó con todo empeño para arrancarle
la promesa de instalar u n colegio en Inglaterra.
No sabemos cómo se las arreglaría don Bosco para
salir del paso.
((**It10.482**)) >>Para
que tengáis una idea de lo mucho que aprecian a
don Bosco los romanos, los boloñeses, los
parmesanos, etc., oíd.
En el tren, que como ya dijimos, había corrido un
gran peligro por el fallo de un tornillo de la
rueda mayor y por el desplazamiento de los raíles,
había muchas otras personas, entre las que se
encontraba una de distinguido linaje. Pues bien,
cuando ya se creía que iba a rodar por los
Apeninos, llegó a sus oídos que en el mismo tren
viajaba don Bosco, y recibió tanto alivio al oír
este nombre, que dijo enseguida:
>>-íSi él está con nosotros no hay nada que
temer; pues, aunque rodáramos hasta el fondo, no
nos haríamos ningún daño!
>>Este episodio se lo contaron al mismo don
Bosco en Roma.
(**Es10.442**))
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