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atónito y extasiado de gozo. Pidióle don Bosco un
consejo y su bendición para sus hijos, Pío IX
contestó:
>>-Sí, sí, concedo todo, bendigo a todos. Y
>>qué más puedo decir a esos jovencitos, sino que
perseveren en el bien? Adolescens iuxta viam suam,
etiam cum senuerit, non recedet ab ea... (El
adolescente que sigue su camino, no se apartará de
él ni cuando envejezca...).
Ahora, añadió, dejadme pasar, porque voy a
daros una medalla para cada uno de vuestros hijos.
Para don Bosco la más grande, >>no es verdad?
>>-Sí, Santidad.
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>>Recibieron después la bendición papal y
volvieron a casa satisfechos...>>.
Había anochecido. Don Bosco le decía a don
Joaquín Berto mientras caminaban:
-Hemos hecho muchas cosas; había ordenado todo
lo que debía decir y pedir; el mismo Papa quedó
satisfecho de ello y me decía:
-Si seguimos esta marcha, despacharemos muchos
asuntos.
Le concedió también el título de Monseñor para
el reverendo Masnini, secretario del Obispo de
Casalmonferrato y para el teólogo Appendini, que
había sido su profesor en el Seminario, Arcipreste
de Villastellone por aquellos tiempos.
Le confiaba además que había entregado al
Augusto Pontífice la limosna de mil liras en
monedas de oro del marqués Fassati y otras
ofrendas de piadosas personas; y que había
obtenido varias condecoraciones de la Orden de San
Silvestre y de San Gregorio Magno, para el señor
Occelletti, el profesor Lafranchi, el abogado
Alessio y Marcelo Arnaldi y observaba, <>.
Llegó a casa muy tarde, pero feliz por las
muestras de bondad que le había dado el Sumo
Pontífice.
Otra visita importante fue la que hizo al
Palacio Braschi. El mismo Juan Lanza, Presidente
de Gobierno y ministro de Gobernación, le envió el
4 de marzo una invitación urgente, fijándole la
audiencia para el mismo día, a las dos de la
tarde. Apenas entró en la sala de espera, los
empleados se pusieron en pie, le recibieron
respetuosamente y se volcaron para introducirlo en
el despacho del Ministro. Tenía éste otros asuntos
urgentes que despachar y le rogaron que aguardara
un momento, pero no en la sala común, sino en una
salita especial, junto con don Joaquín Berto.
A eso de las tres fue recibido y, después de
haber hablado, propuesto y discutido durante una
hora, como se trataba de llegar a
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