((**Es10.433**) Por
lo tanto, todo hombre sensato debe comprender que
participar en el poder legislativo con conciencia
católica es algo que está ordenado por sí mismo al
bien social y, aun cuando de ello se siguiera la
consolidación y la sucesiva legitimación del
gobierno, de hecho ésta sería una consecuencia
indirecta, y en todo caso siempre será un mal
menor que el desorden y la anarquía. Si alguien se
escandaliza de ello y es persona culta, no tiene
razón y, si es vulgar, debe ser instruida por la
autoridad competente. Con esto desaparece el
fantasma de la perversión del sentido moral.
3.¦ Me parece, además, que no es despreciable
un argumento de hecho. Yo pregunto, si en el
estado presente (pues no me gusta vagar por los
campos de lo ((**It10.471**))
abstracto) de las ideas sociales, la anarquía, es
decir, la peor forma de las revueltas políticas,
que es por su misma naturaleza violenta y
borrascosa, temporal, tiene como consecuencia, si
se mira el hecho, la así llamada restauración, no
diré religiosa moral intelectual, sino la tan
codiciada restauración política, o sea la
reconstrucción de las ordenanzas públicas
preexistentes. Lo que se ha hecho hasta ahora
demuestra todo lo contrario. Basta el ejemplo de
Francia. Por consiguiente, el gran principio:
<>, no tiene ningún
fundamento razonable. Con la abstención de los
buenos avanza la Sociedad hacia un mal cierto, la
anarquía, por un optimismo incierto, que acaso no
se realice jamás.
4.¦ A esto hay que añadir el ejemplo de otras
naciones. No ignoro que los de parecer contrario
dicen que nosotros los italianos somos un caso
especial. Lo dicen, pero no lo demuestran. Todo
consiste en el equívoco de que el diputado
católico, con su participación en el poder
legislativo aprueba todo lo que ha producido el
orden político existente; pero no lo aprueba, sino
que lo toma como un hecho, y en fuerza de otro
principio, a saber, de la conservación social, se
vale del Poder que tiene en sus manos para impedir
eficazmente el mal y obrar el bien. Ahora bien, en
esto no hay diferencia entre nación y nación. Bajo
este aspecto, aun cuando hayan sido sacrílegamente
invadidas las razones de la Iglesia, eso no cambia
el estado de las cosas, pues también en este caso
la Sociedad tiende a la propia conservación.
5.¦ Para dar mayor realce a este argumento es
útil otra observación, que me parece muy
importante, porque muestra claramente que no se
puede comparar en esto la Sociedad presente con
las pasadas. Si en los cambios de gobierno, que
ahora suceden tan a menudo, no hubiese más que una
diferencia de forma y permanecieran intactos los
más esenciales derechos sociales, la abstención
podría tener por motivo la abominación de un poder
usurpador, y, por otra parte, no correría peligro
por ella la sociedad. Pero, ahora, el no hacer
nada es lo mismo que acelerar la disolución
social. Todo desorden es más o menos próximamente
social, y todos tienen, si no el deber, al menos
el derecho de oponerse con los medios legales en
su mano, a todo desorden social. Resulta de ello
que sería ahora una injusticia manifiesta, si
volviendo por acaso el legítimo príncipe, quisiera
castigar a los que hubieren participado en el
organismo legislativo del gobierno de hecho, con
el único fin de impedir el desorden y la anarquía;
lo cual debe siempre suponerse en el que promovió
siempre leyes justas y provechosas para la nación.
Hablo solamente del organismo legislativo, que es
el objeto de mi razonamiento, pero con esto no
entiendo excluir otra especie de participación no
culpable. Pero, gracias a Dios, en este punto
están tan arraigadas las ideas modernas que no hay
peligro de lo contrario. ((**It10.472**)) De
esto se deduce claramente que en la distinta
apreciación de los delitos políticos frente a los
comunes hay algo de verdad, de la misma manera que
(**Es10.433**))
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