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con la mayor cortesía. Visitó después a la familia
Uguccioni, y a la mañana siguiente fue a celebrar
en la capilla privada de esta noble familia.
Acompañado por don Joaquín Berto, visitó después
otras familias y fue a saludar al arzobispo,
monseñor Joaquín Limberti.
El día 24 volvió a reanudar el viaje. He aquí
cómo resumió don Miguel Rúa, en la primera
circular enviada a las casas, la larga descripción
hecha por don Joaquín Berto, en una carta enviada
a los muchachos del Oratorio, de la espléndida
travesía de Toscana, Umbría y el Lacio.
<((**It10.468**)) ciudad
de Asís, asentada en la cima de una colina, donde
se venera el cuerpo del seráfico San Francisco, y
donde nació el célebre Metastasio.
>>Pasando por Spoleto, Terni y Narni, patria
del emperador Nerva, llegaron a la región que los
antiguos llamaban Lacio, por donde, siguiendo
durante largo trecho el Tíber, llegaron a las
afueras de la Metrópoli del mundo. Las casas
derruidas, los restos de monumentos deshechos
denotaban hasta dónde se extendía la antigua
Roma>>.
Llegaron a Roma al anochecer. En la estación
les esperaba el coche de monseñor Manacorda, que,
en un momento, pasando por delante del Quirinal,
les llevó a casa Colonna, expedidor apostólico, en
la calle Santa Clara, n.° 49.
Al día siguiente, don Bosco celebró la misa en
casa, después fue a visitar al cardenal Berardi,
su gran admirador y, digámoslo también, verdadero
protector, que se interesaba por todo lo que pedía
a la Santa Sede, convirtiéndose en su patrocinador
directo ante el Sumo Pontífice.
Y sin demora puso manos a la obra. El Papa le
confirmó el permiso
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