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de dicha ciudad, había ordenado que dijeran a don
Bosco que le suspendería de todas las facultades
eclesiásticas si no iba a verle enseguida.
>>Fuimos, pues, los dos y quiso que al día
siguiente comiéramos con él. Después nos acompañó
por todas las dependencias de su palacio y del
seminario, tratándonos con admirable bondad.
>>Allí visité varias Basílicas, llenas todas
ellas de mármoles preciosos y cuadros de autores
clásicos, de suerte que me parecía entrar en
verdaderos museos. Fuimos también a celebrar la
misa en la iglesia de Santa Catalina de Bolonia,
donde se conserva su cuerpo, todavía intacto,
flexible, suave y se queda en cualquier posición
que se le ponga, después de más de cuatrocientos
años de su muerte. Este hecho es un milagro
permanente, que confunde a los incrédulos>>.
A las diez y media del día 22 siguió viaje
hacia Florencia.
Al llegar el tren a la cumbre de los Apeninos,
donde se abría un horrible despeñadero, poco faltó
para que don Bosco y sus compañeros de viaje no
sufrieran una caída repentina.
Por fortuna la mano del Señor estaba con don
Bosco; de otro modo, a saber qué hubiera sucedido.
Acababa de romperse y saltar un tornillo de la
rueda mayor de la máquina. Enfrente, muy cerca,
empezaba un largo y peligroso túnel, y a la
derecha se abría un horrendo y profundo
precipicio...
Reanudóse la marcha y de nuevo, poco después,
volvía a pararse el tren. íOtro peligro todavía
mayor!... A la entrada del túnel había un raíl
fuera de sitio. De no haberse parado el tren a
tiempo ((**It10.467**)) y
haber hecho las reparaciones necesarias, los
viajeros hubieran quedado destrozados. El pánico
se apoderó de todos. Muchos salieron de los
vagones y don Bosco, sonriendo y casi bromeando
con los que estaban a su lado, decía:
-Aquí estamos dos sacerdotes, íen caso de
accidente, nos damos la absolución nosotros, y
después se la damos a los demás!
En el entretanto se esparció la voz de que don
Bosco estaba entre los viajeros y la noticia, como
luego diremos, sirvió de alivio a muchos.
Llegó a Florencia hacia las seis y media de la
tarde. Le esperaban en la estación el secretario
del Arzobispo y el coche de la marquesa Nervi, que
le llevó a la calle de los Siervos n.° 11, donde
fue recibido
Bosco, en señal de agradecimiento y aprecio, el
Autor>>. El título del poema era: Catoli Aloisii
Morichini Aesinatium Episcopi: Petreidos Libri
III, Ad Pium IX P.M.-Romae, typis Aerarii
Pontificii MDCCCLXX. Y don Bosco, en 1872, hizo
publicar la traducción hecha por el profesor
Nicolás Chiazzari en octava real, por la
tipografía del Oratorio.
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