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Apenas se difundió la noticia de que el Sumo
Pontífice había determinado proceder a estos
nombramientos, el Gobierno quedó confuso y calló.
No podía oponerse, sin violar abiertamente la ley
de las garantías, y sin descubrir las luchas de la
masonería contra el supremo poder de la Iglesia.
El 27 de noviembre se inauguraba en el palacio
de Montecitorio el parlamento italiano. Y el Papa,
confiando en la divina Providencia, preconizaba
aquel mismo mes otros catorce obispos y ((**It10.452**))
arzobispos para Italia, entre los cuales se
encontraba monseñor Emiliano Manacorda, amigo
íntimo de don Bosco, para la diócesis de Fossano.
Les decía:
<>Id a vuestras sedes; vosotros sabréis ejercer
vuestro santo ministerio con esa energía a la que
los mismos demonios obedecen (daemones oboediunt).
Fortaleceréis a los buenos, llamaréis a los malos,
enseñaréis a los arrepentidos a lavar las culpas
con las lágrimas de la penitencia. Confiad en el
Señor que os ha elegido para este ministerio y os
dará el poder de obrar prodigios mayores que los
de resucitar a los muertos: los prodigios de
convertir los malvados al bien...>>.
El 2 de diciembre celebró un tercer consistorio
en el que preconizó otros 18 obispos para Italia.
Como respuesta a las felicitaciones, que le
presentaba el Cardenal Decano, por el triunfo de
la Iglesia y de la Santa Sede dijo: <>.
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