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El Gobernador, comendador Víctor Zoppi, que
acababa de asumir el cargo a fines de julio, y no
conocía a don Bosco, ((**It10.440**)) se
apresuró a enviar un empleado al Oratorio con una
carta para el Santo, en la que le pedía una
entrevista y se disculpaba por no haber ido él en
persona a hablarle. El Gobernador no sabía todavía
ni en qué parte de la ciudad se encontraba el
barrio de Valdocco, y se extrañaba de que el
Ministro pudiera tener relaciones, en apariencia
de grandes secretos, con un sacerdote, que algunos
consideraban como un enemigo de la nueva Italia.
Don Bosco recibió la carta en Lanzo. Bajó
inmediatamente a Turín, junto con don Francisco
Cerruti, director del colegio de Alassio, y se
presentó al Gobernador. Fue introducido y preguntó
qué deseaba de él:
-Algo delicado, contestó el Gobernador; yo no
sé ni pregunto de qué se trata.
Y le entregó el telegrama. Don Bosco, que
comprendió al momento que le agradaría,
manifestóle, en líneas generales, el secreto al
que se refería la invitación, seguro de que
aquella confianza serviría para disponerlo mejor a
apoyar sus propuestas, puesto que sin duda el
Ministro le pediría después informes acerca de los
diversos sujetos piamonteses, promovidos a las
sedes episcopales.
Quedó el Gobernador satisfechísimo de su
familiar cortesía y quiso presentarlo a su señora.
Don Boscó le explicó también a ella el motivo que
lo había llevado allí. Y ella, a su vez, se dio
por muy honrada con la atenta comunicación, y se
sumó al marido para alabar la empresa a la que se
había unido.
Al bajar las escaleras tuvo lugar un episodio,
que nos place exponer, con la declaración hecha
por el mismo don Francisco Cerruti, en el Proceso
Informativo para la causa de beatificación y
canonización.
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