((**Es10.400**)
viniese a entorpecerlo o impedirlo, reservándose
la publicación para cuando lo aconsejaran las
circunstancias, dando así testimonio al mundo de
su soberana autoridad espiritual, que no puede
consentir restricción alguna.
Hacía falta, pues, tomar las medidas para la
elección. Y para poner a don Bosco al corriente de
lo que se pensaba hacer, mandó llamar a varios
prelados. Dijeron éstos que habían estudiado la
conveniencia de encargar a algunos personajes
distinguidos, justos estimadores del Clero de
Italia, los cuales, por sí, o con la ayuda de
otros, podían hacer listas de sacerdotes, que, por
ciencia, prudencia y ejemplaridad de vida, fueran
considerados capacitados para regir una u otra
determinada diócesis, y que estas listas se
comunicarían secretamente a la Santa Sede.
Don Bosco tomó la palabra y observó:
-Si nos atenemos a esta decisión, de querer
determinar a los titulares para cada una de las
diócesis, me parece que las cosas irán demasiado
despacio. >>No sería mejor que se escogiesen, sin
más, los que parecen dignos del cargo y que el
Padre Santo los destinará después a esta o a
aquella diócesis, como mejor creyere?
El Papa aprobó el pensamiento de don Bosco y,
cuando estuvieron a solas, le dijo resueltamente,
después de meditar unos instantes:
-Pues bien, os encargo a vos que hagáis para
vuestras comarcas, esta elección; dadme la lista
acabada y yo la aprobaré.
Pasó por último el Santo a hablar de otro
asunto: expresó su disgusto por no haber hecho
caso ((**It10.435**)) de su
propuesta relacionada con las escuelas y los
profesores de Roma a cargo del Gobierno
Pontificio. Ya en 1867 varios monseñores se habían
escandalizado al enterarse de que él enviaba sus
sacerdotes y sus clérigos a licenciarse y
doctorarse en letras, en filosofía y en
matemáticas en la Real Universidad, para luego
dedicarlos a la enseñanza. El, después de exponer
las razones por las que consideraba necesario
proceder de este modo, les había exhortado a hacer
otro tanto para disponer así del mayor número
posible de eclesiásticos, legalmente reconocidos
para la enseñanza, y lograr de este modo que no se
viera obligada toda la juventud a asistir a las
escuelas del Estado.
Sucedía ahora en Roma que el Gobierno había
propuesto a la Curia Romana conceder los diplomas
de maestro y las licenciaturas de profesor a los
docentes del antiguo régimen, sin necesidad de
exámenes, con tal de que hicieran la
correspondiente instancia. Se discutió la cuestión
y algunos, persuadidos de que el nuevo Gobierno no
duraría más que algún año, no querían ceder a la
insistencia
(**Es10.400**))
<Anterior: 10. 399><Siguiente: 10. 401>