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y frío, sino con los de una virtud verdadera,
jovial y alegre, que irradia bondad espontánea,
que fascina y arrebata las almas juveniles, y
donde florecen los santos entusiasmos y las vivas
aspiraciones para un plan de vida virtuosa y
santa.
((**It10.31**)) <>.
Como estaba en continua e íntima unión con
Dios, era lógico que sintiera la necesidad de
elevar también a Dios la mente y el corazón de los
muchachos. Por eso, el recuerdo de Dios y de los
deberes que todos tenemos con El para merecer la
eterna bienaventuranza, aparecía siempre en sus
labios y quería grabarlo en sus alumnos,
especialmente mediante la enseñanza normal del
catecismo.
Para lograrlo -hacía notar don Juan Bonetti-
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<>.(**Es10.40**))
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