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((**Es10.39**)
Había sido impulsada a ir a Roma una buena
señora, que algunos eclesiásticos creían
favorecida por Dios con dones extraordinarios,
según algunos escritos suyos, que sostenían ser
verdaderas revelaciones. El Papa la envió al
cardenal Patrizi para que la hiciera examinar por
don Bosco, que a la sazón se encontraba en Roma.
Sin demora cumplió el Cardenal el encargo de Su
Santidad. Don Bosco leyó los escritos, habló con
la señora ((**It10.30**)) y quedó
convencido de que no había en ellos nada de
extraordinario, nada que pudiera considerarse como
revelación divina. Comunicó su parecer al Padre
Santo y Pío IX, satisfecho, exclamó:
-Para estos asuntos es menester un don Bosco;
el que cae bajo sus ojos queda bien examinado y
calificado como realmente es.
Aquella pobre señora, en la que podía haber
alguna ilusión, pero no soberbia, ni fraude, acabó
pidiendo a don Bosco un poco de dinero para volver
tranquilamente a su casa. Llevaba seis meses en
Roma, sin más ocupación que la de ir de un
eclesiástico a otro para contentar a los que la
habían enviado, y casi no tenía con qué vivir.
Obtúvole don Bosco del Cardenal Vicario lo que
deseaba y ella regresó a su pueblo, desde donde le
escribió varias veces, sumamente reconocida y
dándole cada vez las gracias.
<>-Id a don Bosco. íEl Señor os escuchará por
medio de su Siervo!
>>Prueba evidente de la gran estimación de
espíritu profético y hombre prodigioso en que
tenía a nuestro Venerable Fundador>>.
4. En su escuela
La escuela de don Bosco puede decirse que era
una escuela iluminada continuamente por el
pensamiento de Dios de la manera más clara y
atrayente, sin rasgos de semblante ceñudo, rostro
severo(**Es10.39**))
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