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con vulgares insultos al Papa y a sus hijos
devotos y, a veces, hasta con salivazos. Ningún
grupo podía circular por la ciudad sin tropezarse
con burlas, silbidos y apedreamientos. En la
iglesia, denominada <>, hubo unos
bandoleros armados que soltaron las riendas contra
la muchedumbre reunida para el sermón. A la
entrada de las Basílicas Mayores se repetían los
denuestos y ultrajes, y palabras obscenas contra
las señoras. Lo mismo sucedió ante la puerta
cochera del Vaticano, donde estaba apostada una
horda del hampa, que un día asaltó a golpes de
hacha y de pistola a un grupo de jóvenes católicos
desarmados. Con fútiles pretextos se violaron
domicilios privados, se rompieron cristales y los
culpables de tales infamias campaban por sus
respetos, mientras que, en medio de los
consiguientes tumultos, los policías arrestaban a
los inocentes y los ((**It10.421**))
encarcelaban, <> y a los que se quejaban de
semejantes desafueros, se les contestaba: -íLos
habéis provocado vosotros! 1.
A pesar de todo, divididos en grupos
silenciosos, los peregrinos siguieron visitando
los lugares santos y yendo al Vaticano, donde se
sucedieron ininterrumpidamente las audiencias
pontificias durante doce días. El 21 de junio,
aniversario de su coronación, decía el Padre
Santo, deshecho en lágrimas, ante un centenar de
comisiones de ciudades de Italia:
<>.
Y siguió haciendo esta observación: << Todas
las regiones de Italia me dieron preciosos
testimonios de adhesión, pero no os sepa mal que
en esta circunstancia ponga en primer plano a
Turín. De allí partieron las primeras ofensas y
los males que después se difundieron
1 Véase Civilt… Cattolica, año 1871, Volumen
III, fasc. 3 julio: <>.
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