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situación me aconsejó que escribiera a don Bosco a
Turín, que le pidiera la bendición para mi mal y,
al mismo tiempo, alguna oración por mí a María
Auxiliadora. >>Qué ocurrió cuando hice esto? Pues
sucedió que curé completamente y durante el resto
del servicio militar no volví a padecer aquella
incomodidad. Han pasado casi cincuenta años desde
entonces y nunca más me ha molestado la garganta;
excepto una sola vez cuando fui licenciado y,
apenas llegado a casa, se presentó el mal aunque
sin consecuencias, lo cual achaco al cambio de
clima.
Repito, pues, y confirmo que ya jamás he vuelto a
padecer de la garganta, por lo que reconozco que
mi curación se debió a la bendición de don
Bosco>>.
Así lo declaraba el interesado el 31 de agosto
de 1920.
Todos le tenían por un gran siervo de Dios, por
un santo.
Vivía en Mathi Torinese, el año 1872, una tal
María Sopetti, que padecía vejaciones diabólicas.
Informaron de ello al arzobispo monseñor Gastaldi,
quien sugirió que la bendijera don Bosco. La
pobrecita fue a Turín el 30 de noviembre y entraba
en la antesala de don Bosco a eso de las nueve y
media.
Esperó hasta las diez media con la mirada torva
y sin decir palabra. Llegado su turno, se levantó
para entrar en la habitación y recibir la
bendición. A cada paso que intentaba dar, veíasela
como detenida por una mano invisible; hasta que
con gran violencia empezó a gritar con aire
furibundo y de protesta; meneaba la cabeza,
contorsionaba todo su cuerpo, y repetía sin cesar:
-íNo, no!
Logróse por fin que entrara y, después de mil
esfuerzos, se consiguió que se arrodillara. Don
Joaquín Berto, queriendo saber si se(**Es10.37**))
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