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Excelencia:
Con los sentimientos de la más viva gratitud
por los favores concedidos a los pobres muchachos
asilados en este establecimiento, llamado Oratorio
de San Francisco de Sales, me animo a renovar la
misma súplica. La carestía de comestibles, la
notable disminución de limosnas, la muchedumbre de
niños abandonados me ponen este año en los mayores
aprietos.
Suplico, por tanto, a V. E. se digne conceder
la mayor cantidad posible de prendas de vestir,
calzado, mantas de toda suerte, por muy gastadas
que estén, para estos pobrecitos. Cualquier trapo
vale para aliviar su miseria, para defenderlos de
la intemperie y de los rigores del tiempo.
Los asilados en este establecimiento son casi
ochocientos treinta; un número bastante mayor se
encuentra en las casas existentes en Génova,
Casale, Albenga, Savona y Lanzo. Un número
considerable de ellos fue enviado por las
Autoridades gubernativas de diversas provincias
del Estado.
Al ayudar V. S. a estos pobrecitos, a más de su
imborrable gratitud hacia quien contribuyó a
ponerlos en condiciones de ganarse honradamente el
pan, se unirán a mí para ((**It10.396**))
invocar las bendiciones del cielo sobre todos sus
bienhechores, y de modo particular sobre V. E. de
quien tengo el alto honor de profesarme,
Turín, 6 noviembre de 1872.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
El comendador Lerici, Director General de los
Servicios administrativos, le contestaba que había
cambiado el sistema de administración y que, en
adelante, sería imposible hacer semejantes
donativos ante la falta de prendas usadas. En
consecuencia, creía oportuno el Ministerio
advertirle que <>, pero le hacía llegar
ciento noventa y dos m antas de lana de campaña y
treinta y siete gorros blancos de algodón de
punto.
íY todos acudían a él! El Delegado provincial
de Enseñanza, Vicente Garelli, le recomendaba
muchachos pobres y él los aceptaba sin más, por
ser recomendados por este su sincero amigo, el
cual, al acercarse el tiempo de los exámenes de
magisterio, iba al Oratorio durante algunas
semanas, a eso de las 6 de mañana, para dar clase
a los clérigos y prepararlos a los exámenes para
obtener el diploma.
La Dirección de ferrocarriles y la Comisaría
General de Policía le presentaban continuamente
muchachitos solos o abandonados, y él, si tenían
la edad prescrita por el reglamento, <> -son sus palabras- los admitía en el
instituto.
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