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((**Es10.31**) sin temor a equivocarme. Así que los que confiaron en mí en aquellos días pasados pueden estar tranquilos con respecto a los consejos recibidos. Termino recomendándoos que también pongáis atención a otra cosa: cuando vayáis a confesaros, poned en práctica los buenos propósitos, puesto que por los frutos se conocerá si habéis hecho buenas confesiones: ex fructibus eorum cognoscetis eos (los conoceréis por sus frutos) 1. Predijo muchas vocaciones, incluso algunas que, a juicio de todos, se hubieran tenido por imposibles. Un día se encontró con un muchacho que no tenía la menor intención de hacerse sacerdote y le dijo: -Sí, sí; tú estás llamado, el Señor te quiere para El; basta que dejes ciertas costumbres y llegarás a ser un buen sacerdote. Aquel muchacho vestía la sotana el año 1872 e ingresaba en el Seminario. Pero era perezoso, y el 1876 volvió a su casa para dejarla. Su padre le disuadió y se puso a estudiar francés para dedicarse al comercio. Después fue a aconsejarse con el padre Péllico, de la Compañía de Jesús, el cual le dijo: -Siga adelante, usted tiene vocación; aténgase al consejo de don Bosco y yo iré a asistir a su primera misa. Y siguió los estudios, aunque siempre de mala gana, sin corresponder a la gracia de Dios. Finalmente, después de algunos años, organizó su vida aprovechando todos los medios necesarios, subió al altar y pudo exclamar: -Don Bosco tenía razón; verdaderamente es cierto que Dios me llamaba; íahora soy feliz! ((**It10.22**)) <>. Una señora de Génova, con dos hijas, acompañaba, el año 1871, a una prima suya al monasterio de las Adoratrices de Monza. Quiso pasar por Turín para obtener la bendición de don Bosco. Las recibió éste bondadosamente y, en el curso de la conversación, dejó escapar, casi al desgaire, unas palabras proféticas, que se cumplieron totalmente. Dirigióse a la más joven de las hijas y dijo: -íEsta seguirá a la prima! 1 He aquí el testimonio de don Joaquín Berto. El año 1864, después de los ejercicios de los muchachos, se lamentaba don Bosco de que algunos no los habían aprovechado. Y decía: -Veía yo en aquellos días tan claramente las cosas del alma, los pecados, como si los tuviese escritos delante, de tal forma que algunos, al hacer confesión general y decirme los pecados, no hacían más que embrollar las cosas. Es una gracia singular que el Señor me concedió en aquellos días. Ahora me preguntan algunos: ->>Y ya no ve usted? -íAy, no! No vinieron entonces y ahora ya no estamos a tiempo.(**Es10.31**))
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