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sin temor a equivocarme. Así que los que confiaron
en mí en aquellos días pasados pueden estar
tranquilos con respecto a los consejos recibidos.
Termino recomendándoos que también pongáis
atención a otra cosa: cuando vayáis a confesaros,
poned en práctica los buenos propósitos, puesto
que por los frutos se conocerá si habéis hecho
buenas confesiones: ex fructibus eorum cognoscetis
eos (los conoceréis por sus frutos) 1.
Predijo muchas vocaciones, incluso algunas que,
a juicio de todos, se hubieran tenido por
imposibles.
Un día se encontró con un muchacho que no tenía
la menor intención de hacerse sacerdote y le dijo:
-Sí, sí; tú estás llamado, el Señor te quiere
para El; basta que dejes ciertas costumbres y
llegarás a ser un buen sacerdote.
Aquel muchacho vestía la sotana el año 1872 e
ingresaba en el Seminario. Pero era perezoso, y el
1876 volvió a su casa para dejarla. Su padre le
disuadió y se puso a estudiar francés para
dedicarse al comercio. Después fue a aconsejarse
con el padre Péllico, de la Compañía de Jesús, el
cual le dijo:
-Siga adelante, usted tiene vocación; aténgase
al consejo de don Bosco y yo iré a asistir a su
primera misa.
Y siguió los estudios, aunque siempre de mala
gana, sin corresponder a la gracia de Dios.
Finalmente, después de algunos años, organizó su
vida aprovechando todos los medios necesarios,
subió al altar y pudo exclamar:
-Don Bosco tenía razón; verdaderamente es
cierto que Dios me llamaba; íahora soy feliz!
((**It10.22**)) <>.
Una señora de Génova, con dos hijas,
acompañaba, el año 1871, a una prima suya al
monasterio de las Adoratrices de Monza. Quiso
pasar por Turín para obtener la bendición de don
Bosco. Las recibió éste bondadosamente y, en el
curso de la conversación, dejó escapar, casi al
desgaire, unas palabras proféticas, que se
cumplieron totalmente. Dirigióse a la más joven de
las hijas y dijo:
-íEsta seguirá a la prima!
1 He aquí el testimonio de don Joaquín Berto.
El año 1864, después de los ejercicios de los
muchachos, se lamentaba don Bosco de que algunos
no los habían aprovechado. Y decía:
-Veía yo en aquellos días tan claramente las
cosas del alma, los pecados, como si los tuviese
escritos delante, de tal forma que algunos, al
hacer confesión general y decirme los pecados, no
hacían más que embrollar las cosas. Es una gracia
singular que el Señor me concedió en aquellos
días. Ahora me preguntan algunos: ->>Y ya no ve
usted?
-íAy, no! No vinieron entonces y ahora ya no
estamos a tiempo.(**Es10.31**))
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