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ángeles, algunos de los cuales circundan
reverentes a su Señor y otros llegan volando de
lejos con las alas ávidas de rendir ellos también
homenaje al misterio de la Eucaristía.
En la parte superior, un grupo de cabecitas
angélicas sostiene levantada una tienda purpúrea
que forma un dosel por encima del rayo de luz.
Más abajo, el ángel mensajero de Dios, lleno de
juventud y fuerza, expulsa a la Herejía,
constituida por un grupo de figuras, la primera de
las cuales es la Reforma en imagen de mujer, la
cual, al ver cómo los ángeles adoran reverentes al
Santísimo, huye despavorida llevándose en una mano
la biblia adulterada y tirando con la otra, como
armas desgastadas, la máscara de la hipocresía y
las monedas corruptoras con que intenta hacer
guerra al Santísimo Sacramento; la segunda es el
Materialismo, representado por un hombre de formas
atléticas, el cual agita una hacha encendida para
incendiar y destruir por doquiera pasa la Reforma.
También él es derribado por el ángel, ((**It10.327**)) y,
rodando desde lo alto, parece desprenderse de la
bóveda para desplomarse de cabeza contra el
pavimento.
Las pechinas situadas inmediatamente debajo de
la bóveda tienen cuatro metros de diámetro cada
una. En la de la derecha está pintada la aparición
del Redentor, con su corazón radiante, a la
bienaventurada Margarita de Alacoque; en la de la
izquierda, la última cena de Jesús, en el momento
en que El, en medio de sus discípulos admirados,
instituye la Eucaristía.
En el muro lateral de la derecha se ve a Jesús
rodeado de niños en actitud de prodigarles
cariñosos consejos y amables caricias.
Más allá se contempla a la Samaritana,
escuchando las palabras de vida que le dice el
Nazareno, descubriéndole los secretos de sus
culpas pasadas. En el rostro de la Samaritana se
trasluce la maravilla, la turbación, la nueva
determinación de mudar de vida; y en el de Jesús,
la santa seriedad el Maestro que reprende, pero
con clemencia.
A mano izquierda del altar está representada la
Agonía de Jesús en el Getsemaní, en el momento en
que, sostenido por el ángel, recibe el cáliz. El
artista se esforzó por grabar en aquel rostro
divino el profundo dolor que debió invadirle al
pensar en su próxima pasión.
En la pintura de al lado está representado el
buen pastor cuando encuentra a la oveja
descarriada.
Está expresada con mucho arte la infeliz
situación de la pobre oveja caída entre las zarzas
al borde de un precipicio, y la amorosa solicitud
del místico pastor, que, de rodillas al margen del
barranco, se afana por sacarla de allí ilesa,
mientras se divisa a distancia el rebaño fiel
congregado alrededor del aprisco señalado con una
cruz luminosa.
La pintura principal de los Sagrados Corazones
de Jesús y de María es del artista turinés
Bonetti. Brillan magistralmente en ella el arte,
la naturalidad y el esplendor de los colores y de
la expresión.
El cuadro de san José no estaba acabado
todavía; como veremos, no se colocó hasta 1874,
cuando estaban terminadas las obras del Santuario.
La novena de preparación a la fiesta fue
predicada por el Abad don Maximiliano Bardessono
de los Condes de Rigras. El día 19, solemnidad
(**Es10.302**))
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