Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es10.30**) -íMira que yo deseo ser tu amigo!... Después, al despedirme, añadió: -Mañana confesaré en la sacristía; ven a verme; hablaremos y ya veras cómo te gustara. Resulta más fácil imaginar que describir cómo quedé después de aquel encuentro. Estaba contento de haberle conocido, sentía que le quería y habían desaparecido mis prejuicios contra él. Al día siguiente me confesé y quedé contentísimo, como me lo había anunciado. Me descubrió el estado de mi conciencia con tal precisión y gracia que quedé atónito y confuso: no sabía qué admirar más, si su santidad al leer en mi conciencia o su bondad y delicadeza al revelármelo. Lloré de puro gozo por haber encontrado un amigo y un padre tan querido y desde entonces acá siempre le he querido cada vez más, y ya nunca le dejé. Todas las veces que podía me confesaba con él y quedaba satisfechísimo. A veces me hacía advertencias que no tenían nada que ver con la confesión; y, después de una breve reflexión, me convencía de que tenía razón. Sólo quien leía en lo íntimo de una alma podía hablar de aquel modo. Me predijo también varias cosas que se cumplieron a la letra. En el Oratorio todos eran sabedores de aquellos singulares carismas de don Bosco. Pero algunos, ya fuera porque tenían la conciencia desarreglada, ya fuera por miedo a que les aconsejara abrazar el estado eclesiástico, no iban a confesarse con él. La noche del 8 de julio de 1873, dirigía a la comunidad esta platiquita: <>. Y yo os digo que, únicamente a los que yo sé que verdaderamente son llamados por Dios, les repito que estén tranquilos y que sigan adelante con esta intención. En cuanto a quedarse aquí, aun cuando algunos quisieran quedarse, yo no estaría conforme. Por lo demás, es muy justo que abra yo mi corazón a los que me abren el suyo y les diga lo que me parece mejor para la salvación de su alma. Y después de todo, aunque yo les dijera que se queden aquí, >>es algo malo decir a uno que se quede en un sitio, comido y vestido, donde puede seguir estudios superiores, quedar libre del servicio militar, etc.? Tengo que añadir, además, que algunos venían a confesarse diciéndome que querían hacer confesión general y me decían: -íDígame, dígame usted! A ver si nos entendemos; sois vosotros los que venís a confesaros conmigo, no yo con vosotros, porque si yo os digo mis pecados, vosotros podéis ir a contarlos a los demás, puesto que no os obliga el secreto de la confesión ((**It10.Una carcajada general**)). ((**It10.21**)) De todos modos, al principio lo decía todo yo, pero después mi pobre estómago se encontraba tan cansado que no podía aguantar. Empiece, pues, cada uno a decir lo que recuerda y, después, si el confesor quiere más, ya irá preguntando. Pero es un hecho real que, por aquellos días, yo veía y leía tan claro el pasado, presente y futuro en la conciencia de los muchachos que hubiera podido escribir su vida futura. Lo veía todo ante mis ojos, no hubiera tenido que hacer más que escribir,(**Es10.30**))
<Anterior: 10. 29><Siguiente: 10. 31>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com