((**Es10.29**)
-Vacchina.
-íBien, ((**It10.19**)) si tú
no hubieras venido, te habría mandado llamar!
Comenzó el muchacho su confesión pormenorizada.
A algunas cosas díjole don Bosco:
-íBasta!
Y cuando hubo acabado, le preguntó:
->>Nada más?
-íYa lo he dicho todo, todo!...
->>Y esto?...
Y le recordó algo, tan lejos del fárrago de lo
que había soltado que, atónito y conmovido, se
echó a llorar, diciendo:
-íEs verdad!
Y siguió llorando un rato.
El celoso misionero don Mayorino Borgatello,
también nos ha dejado una interesante narración de
su primer encuentro con don Bosco.
Había ingresado en el colegio de Varazze el año
1873. Ni por asomo pensaba en hacerse sacerdote, y
menos aún religioso o salesiano, porque tenía
algunos prejuicios sobre don Bosco y su obra. Al
poco tiempo oyó decir que tendrían una visita del
Santo y la noticia no le resultó muy agradable.
Estaba contento porque le iba a conocer, pero,
al mismo tiempo, no me gustaba, porque temía su
visita. Cuando entró en el colegio corrieron todos
los colegiales a su encuentro. Le agasajaban e
iban a porfía por besarle la mano. El sonreía,
recibía a todos con bondad y bromeaba
amistosamente. También yo, casi a escondidas, me
acerqué por detrás, le tomé la mano y se la besé
para poder decir que había besado la mano de don
Bosco.
Fingió él no haberme visto, volviendo hacia
otro lado la cabeza y la mirada, pero me agarró
por un dedo y, manteniéndolo apretado con diez o
más dedos de otros tantos muchachos, me obligó a
seguirle a lo largo del corredor del colegio.
A medida que avanzaba, soltaba a uno, luego a
otro hasta que, al llegar al pie de la gran
escalinata, que sube al piso superior, quedamos
con él sólo dos: Juan Bielli, amigo mío íntimo y
de mi curso, hoy sacerdote, y yo. Dijo unas
palabras a Bielli, lo despidió, y se volvió a mí.
Hasta entonces aún no me había mirado y yo creo
que lo había hecho adrede. Al encontrarme solo con
él, dije para mis adentros:
-íMe ha pillado! >>Qué será de mí?...
El santo varón me envolvió con una mirada tan
penetrante que sacudió todo mi ser. No pude
aguantar y bajé confundido mis ojos, lleno de
santo temor. Me di cuenta, y estoy plenamente
convencido de ello, de que leía en lo íntimo de mi
corazón y veía no sólo lo que yo era, sino también
lo que, por la gracia de Dios y su cooperación,
llegaría a ser. Nunca en mi vida me había sucedido
cosa igual o parecida. Con mucha dulzura me
preguntó cómo me llamaba, qué quería ser, si me
gustaba ((**It10.20**)) estar
en aquel colegio, etc., etc. Y terminó
diciéndome:(**Es10.29**))
<Anterior: 10. 28><Siguiente: 10. 30>