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podré, con alguna precaución, comenzar a despachar
los asuntos que de momento son más urgentes. Ya va
para dos meses y medio que las cosas marchan sin
mí.
Espero que esta carta la encuentre a usted, mi
buena Mamá, al señor Tomás, mi buen papá, y a toda
la familia en buen estado de salud; quiera Dios
conservarlos a todos durante largos años de vida
feliz con el don de la perserverancia en el bien.
Si tiene ocasión, ruégole salude a la señora
marquesa Nerli, condesa Digny.
Ruegue por mí, que me profeso con
agradecimiento,
Varazze, 14-2-1872.
Su afmo.
s. s. en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.
El día 15 latía en los corazones de los que
tenían que salir afectos encontrados: estaban
contentos, porque volvían a ver pronto a sus
amigos de Turín, y estaban tristes por tener que
abandonar a los de Varazze, con quienes habían
experimentado tantas emociones y de los que habían
recibido tantas pruebas de afecto. Acudieron a
despedirse de don Bosco el Párroco, el Alcalde,
otras autoridades civiles y diversos sacerdotes y
señores; dioles él las gracias y, una vez más, se
encomendó a sus oraciones, asegurándoles que
rogaría por ellos muy particularmente a María
Auxiliadora. Los alumnos estaban alineados en
perfecto orden; don Bosco pasó por entre ellos,
sonriente y conmovido, mientras le saludaban,
emocionados y pesarosos por su marcha.
Muchas personas le esperaban en la estación y
se acercaron a él para despedirse. El ((**It10.309**))
repetía a todos:
-íDios os bendiga! íOs encomendaré a Dios y a
María Auxiliadora!
El jefe de estación le ayudó a subir al tren y
le besó la mano. Don Bosco, vivamente agradecido a
sus atenciones, rogó le despidiera de su familia y
saludara a todo el personal de servicio.
Lo acompañaban, junto con don Juan Bautista
Francesia, que dejó un suplente para la
predicación cuaresmal, don Pablo Albera, Enría y
el clérigo Turco. En Alessandria se unió a ellos
don Juan Bonetti, el cual, lo mismo que antes
había hecho don Juan Bautista Francesia, empezó a
contarle graciosas anécdotas para distraerle de la
profunda emoción que lo embargaba. El mismo médico
había sugerido se hiciera así, por miedo a que la
emoción pudiera influir en su corazón.
En la estación de Puerta Nueva lo esperaba el
coche de la condesa Corsi, al que subieron él, don
Juan Bautista Francesia y Enría. Los demás
subieron a otro carruaje enviado por el Oratorio.
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