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((**Es10.285**) podré, con alguna precaución, comenzar a despachar los asuntos que de momento son más urgentes. Ya va para dos meses y medio que las cosas marchan sin mí. Espero que esta carta la encuentre a usted, mi buena Mamá, al señor Tomás, mi buen papá, y a toda la familia en buen estado de salud; quiera Dios conservarlos a todos durante largos años de vida feliz con el don de la perserverancia en el bien. Si tiene ocasión, ruégole salude a la señora marquesa Nerli, condesa Digny. Ruegue por mí, que me profeso con agradecimiento, Varazze, 14-2-1872. Su afmo. s. s. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. El día 15 latía en los corazones de los que tenían que salir afectos encontrados: estaban contentos, porque volvían a ver pronto a sus amigos de Turín, y estaban tristes por tener que abandonar a los de Varazze, con quienes habían experimentado tantas emociones y de los que habían recibido tantas pruebas de afecto. Acudieron a despedirse de don Bosco el Párroco, el Alcalde, otras autoridades civiles y diversos sacerdotes y señores; dioles él las gracias y, una vez más, se encomendó a sus oraciones, asegurándoles que rogaría por ellos muy particularmente a María Auxiliadora. Los alumnos estaban alineados en perfecto orden; don Bosco pasó por entre ellos, sonriente y conmovido, mientras le saludaban, emocionados y pesarosos por su marcha. Muchas personas le esperaban en la estación y se acercaron a él para despedirse. El ((**It10.309**)) repetía a todos: -íDios os bendiga! íOs encomendaré a Dios y a María Auxiliadora! El jefe de estación le ayudó a subir al tren y le besó la mano. Don Bosco, vivamente agradecido a sus atenciones, rogó le despidiera de su familia y saludara a todo el personal de servicio. Lo acompañaban, junto con don Juan Bautista Francesia, que dejó un suplente para la predicación cuaresmal, don Pablo Albera, Enría y el clérigo Turco. En Alessandria se unió a ellos don Juan Bonetti, el cual, lo mismo que antes había hecho don Juan Bautista Francesia, empezó a contarle graciosas anécdotas para distraerle de la profunda emoción que lo embargaba. El mismo médico había sugerido se hiciera así, por miedo a que la emoción pudiera influir en su corazón. En la estación de Puerta Nueva lo esperaba el coche de la condesa Corsi, al que subieron él, don Juan Bautista Francesia y Enría. Los demás subieron a otro carruaje enviado por el Oratorio. (**Es10.285**))
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