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((**Es10.282**) Aquel mismo día anunciaba oficialmente su regreso y las modalidades con que quería ser recibido, en una ternísima carta a don Miguel Rúa: Mi querido Rúa: La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros. Es tiempo, queridísimo Rúa, de que te escriba algo en concreto para participárselo a nuestros amados hijos de la Congregación y del Oratorio. Gracias a las muchas oraciones, mi salud se encuentra en condiciones de poder comenzar a hacer algo, teniendo algunos cuidados. El próximo jueves, día 15, segundo día de cuaresma, Dios mediante, estaré en Turín. Siento gran necesidad de ir ahí. Vivo aquí con el cuerpo, pero mi corazón, mis pensamientos y hasta mis palabras están siempre en el Oratorio, en medio de vosotros. Este es mi flaco, pero no lo puedo remediar. Llegaré a las doce y veinte del mediodía, pero deseo no se hagan recepciones, con aclamaciones, música y besamanos. Esto podría perjudicarme en el estado en que me encuentro. Entraré por la puerta principal de la iglesia para ir enseguida a dar gracias a Aquel a quien debo mi curación; después, si puedo, diré unas palabras a los jóvenes; de no ser así, las dejo para otro momento e iré al comedor. Cuando des estas noticias a nuestros queridos hijos, les dirás que agradezco a todos, de corazón, las oraciones que han hecho por mí; que doy las gracias a todos los que me han escrito y particularmente a los que ofrecieron su vida por la mía. Sé sus nombres y no los olvidaré. Cuando esté entre ellos, espero poder decirles toda una serie de cosas, que aquí no puedo exponer. Dios os bendiga a todos y os dé salud duradera con el precioso don de la perseverancia en el bien. Recibid los saludos de los hermanos de Alassio y seguid rezando por mí, que, con todo afecto, me profeso en Jesucristo. Alassio, 9-2-1872. Vuestro afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. P. D.-Dime si hace mucho frío, y si se celebra el domingo 18 la fiesta de san Francisco de Sales. ((**It10.306**)) Al día siguiente emprendió el viaje de vuelta. <>. En efecto, salió de Alassio, despedido por el párroco Della Valle, algunos señores de la Ciudad y todos los alumnos, alineados en el patio. Se detuvo en Albenga, donde el obispo, monseñor Anacleto Siboni, le recibió con júbilo, quiso que se quedara a comer y se entretuvo (**Es10.282**))
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