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de sus hijos lejanos y hablar de nuestras cosas y
de la marcha de las casas.
Todavía no habían ido a visitarle los
directores de Borgo San Martino y Lanzo. Don Juan
Bonetti difería la visita de un día para otro por
asuntos especiales, y se le esperaba
continuamente. Don Bosco mandó escribir a don Juan
Bautista Lemoyne diciendo que quería verle
<>, y decía al
reverendo Cuffía:
-Mira, don Juan Bautista Lemoyne recibirá la
carta el sábado, 20 de enero. El domingo confesará
a los muchachos, predicará el sermón de la mañana
y el de la tarde y saldrá enseguida para Turín,
donde dormirá. Tomará el primer tren directo del
lunes y llegará a Varazze a eso de las dos y media
de la tarde. Procura que vaya alguien a esperarle
a la estación para traerle la maleta.
-No será así, contestó Cuffía; don Juan
Bautista irá de Sampierdarena a Génova, para ver a
su madre, y no llegará aquí antes del martes.
-Diciendo eso, ya se ve que no conoces a don
Juan Bautista Lemoyne.
Estaba don Bosco tan seguro de esta previsión
que ordenó se prepara la mesa para que comiera en
su habitación hacia las tres. Pero Cuffía se
mantuvo en su opinión y no envió a nadie a la
estación.
El lunes llegaba don Juan Bautista Lemoyne, con
su maleta en mano, a la hora prevista. Entró en la
habitación de don Bosco, después de haber cumplido
punto por punto lo que éste había dicho.
Tan pronto como lo vio, le preguntó:
->>No salió nadie a esperarte?
-íNo he visto a ninguno!
->>No has ido Génova a ver a tu madre?, añadió
sonriendo.
->>Desviarme del camino sabiendo que don Bosco
está enfermo y que me espera, después de haberme
invitado tan cariñosamente? Perdóneme, aún tengo
un trocito de corazón y un adarme de cabeza.
->>Y qué has pensado cuando supiste que estaba
tan enfermo? >>Temiste que estaba para morir?
((**It10.297**)) ->>Yo?
Nunca temí tal cosa. Sentía que don Bosco
sufriese, pero estaba seguro de que no moriría.
->>Y por qué?
->>No recuerda el sueño de las diez colinas?
Pues bien: usted llegó a la octava. Yo calculo
diez años por colina. Por lo tanto tiene que
acercarse a los ochenta años. Además, en el sueño
andaba usted encorvado y sin dientes, y ahora
todavía no anda así.
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