((**Es10.269**)
Ya le escribiremos a usted alguna vez, o mejor,
espero que el mismo don Bosco escribirá para
agradecerle todo lo que hace por su bien.
>>El médico ya no teme que vuelva a empeorar y
espera que la verdadera mejoría que tenemos,
seguirá por largo tiempo. Y esto después de la
bendición papal...>>
La mejoría seguía de una manera consoladora, y
don Juan Bautista Francesia enviaba una relación
detallada al Oratorio:
17-1872
Mi querido Rúa:
Ayer don Bosco se sintió con vena de poeta y
escribió una graciosa poesía para la condesa
Callori, que tan maternalmente le trata. La he
copiado y nos servirá de hermoso ejemplo para
mostrar nuestro agradecimiento a los bienhechores.
Si hace poesías, señal de que está bueno,
dirás. Esta vez casi podemos afirmarlo. Es verdad
que cada dos o tres días, y precisamente al caer
de la tarde, queda todo empapado en sudor, pero
sin más consecuencias. Teme el médico que se trate
de un poco de fiebre, pero es algo tan ligero que
carece de importancia. Hace ya cuatro días que se
levanta, lee por sí mismo las cartas y no necesita
secretario. Los primeros que han tenido esta
suerte son los que escribieron el lunes, que me
parece fueron dos aprendices del mismo taller.
((**It10.291**)) Se
pasea por la habitación, asistido siempre por
alguno de nosotros. Le hemos proporcionado un
bastoncito en que apoyarse, pero como no está
acostumbrado todavía, no le aprovecha todo lo que
se desearía.
Recuerdo el cuadro de san Felipe que se ve en
la galería superior del colegio de Lanzo. Está el
santo muy avanzado en años, con luenga y blanca
barba, rodeado de sus hijos espirituales y también
con un bastoncito para apoyarse. Ante el dulce
recuerdo y la semejanza que me parecía perfecta,
gocé mucho y agradecí al Señor que nos hubiera
reservado para tanto.
No es que haya llegado la cosa al punto de que
don Bosco lo necesite ya para siempre, pero sí lo
necesitará para echar al demonio, que ahora brama
y se agita por los serios golpes que recibe en el
Oratorio durante su enfermedad.
íQué destrozo para entonces!
Ayer tuvo la satisfacción de ver a José Rossi,
el cual, al contemplarlo sentado en el sillón con
la barba más bien larga, pero no tan demacrado
como él se lo había imaginado, no sabía decir más
que:
-íOh, don Bosco! íOh, don Bosco!
Lo repetiría unas quince veces, sin exagerar.
El día anterior vino a verle el caballero
Lingiardi, que construye un órgano para un
pueblecito próximo. El buen señor, tan grandote
como es y anciano, al entrar en la habitación miró
arrobado y conmovido a don Bosco, se puso luego a
sus pies y no hizo más que llorar y llorar...
Hablóle después de sus asuntos y dejó que don
Bosco dijera a don Juan Cagliero que le enviase
las mil quinientas liras que tiene, y luego
saldaría la cuenta. Tal vez el don Bosco sano no
habría cedido, pero al don Bosco indispuesto no le
fue difícil persuadirse. Demos gracias a la divina
Providencia, que de tantos modos piensa en
nosotros y se sirve de cualquier circunstancia.
(**Es10.269**))
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