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envuelto en las mantas bien calientes, y después
le servimos la comida. Dio, luego, cuatro o cinco
vueltas por la habitación, sostenido entre tres.
Estuvo levantado hasta las cinco. Durante este
tiempo pasaron ordenadamente y en silencio todos
los alumnos del colegio y besaron su mano. No le
habían visto nunca, durante la enfermedad. Don
Bosco no hablaba para no cansarse, pero se sentía
tan feliz que le parecía no tener ya ningún mal.
Pasaron, los últimos, los de la clase del clérigo
Francisco Borgatello, que son unos cuarenta, entre
internos y externos, y le regalaron caramelos y
una pequeña cantidad de dinero recogida entre
ellos. Conmovía ver el amor y alegría con que le
ofrecían su regalo. Nuestro padre lo aceptó con
agrado y, después de darles las gracias, entregó
un caramelo a cada uno. Ellos lo recibían
respetuosamente y besaban su mano. íEl pobre padre
estaba muy contento! Y reía satisfecho.
>>A las cinco volvió a acostarse y durmió
tranquilo, de seis a siete, y después, de las diez
hasta el alba...>>.
Los alumnos de Varazze comprendieron también
cuánto los quería el Santo. Había encargado a
menudo al Director que los saludara de su parte;
mandó llamar varias veces al maestro de música
(como contaba don Juan Bautista Urbano, a la sazón
alumno de aquel colegio) para hacerle corregir
algunos defectos en la ejecución de los cantos,
que había oído interpretar. Cuando más grave
estuvo, oyó llorar a un chico en el patio, bajo su
ventana; no lo pudo aguantar y dijo al punto a
Enría:
-Por favor, corre enseguida a ver qué ha hecho
ese pobre muchacho.
Acudió Enría y supo que lloraba porque su
madre, que había ido a verle, se había marchado;
unas buenas palabras y un caramelo le calmaron.
Era así de compasivo el corazón de don Bosco: no
podía tolerar que los muchachos sufriesen. Si
llegaba a saber que ((**It10.289**)) un
asistente había maltratado a alguno, le reprendía
severamente. Un día de fiesta colegial recomendó
al prefecto que los alegrase, sirviéndoles un
plato extraordinario en la comida.
El día 15 de enero escribía Enría a Buzzetti:
<>->>Quién ha enviado todo eso?
>>-Buzzetti, le contesté; y le saluda con todo
el cariño de su corazón.
>>-Buzzetti, me dijo, me manda siempre tapioca
y otras cosas, y no es capaz de venir a visitarme.
Me gustaría tanto...
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