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<> a los
queridísimos amigos del Oratorio:
<>Ah, querido Buzzetti, no me siento con
fuerzas para escribir, porque siento un dolor muy
grande. No se puede resistir. Necesito desahogarme
llorando, con un llanto que me parte el alma de
dolor. Pero >>quién no se sentiría con el corazón
desgarrado al ver a un padre, tan querido,
gimiendo en el lecho durante tanto tiempo sin
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obtener un resultado seguro de su enfermedad? Un
día bien, otro mal, y siempre nuevas erupciones.
Apenas cesan éstas, que le tienen crucificado,
vienen el sudor y la fiebre y le dejan tan
postrado que, al verle, se ablandarían las
piedras. >>Estamos seguros de verle pronto
convaleciente y finalmente curado del todo? Por
favor, diga que recen, pero de todo corazón, y el
Niño Jesús tendrá compasión de nosotros y nos
devolverá a nuestro querido padre don Bosco sano y
salvo, como todos deseamos.
>>Diga a don Francisco Dalmazzo que don Bosco
ha tenido una gran alegría con la carta de los
socios de la Compañía del Santísimo Sacramento. Yo
me conmoví hasta las lágrimas, al oír tan bonitas
expresiones de amor filial; no hay nada como la
religión católica para infundir en los corazones
tan bellos sentimientos. Dígale que sigan rezando;
pronto seremos oídos.
>>Son las dos de la mañana; ahora parece que
está adormecido... Deseo unas felices fiestas a
todos... Yo las pasaré con el corazón oprimido
junto al lecho de nuestro Padre. íEsperemos!
íEsperemos! Dios nos ayudará>>.
5. Alguna mejoría
Don Miguel Rúa, aunque continuaba gravemente
enferma su madre, había decidido ir a Varazze
durante las fiestas de Navidad, a más tardar el
día de san Juan Evangelista. Se le comunicaban
todas las cartas de Enría, y él cada noche,
después de las oraciones, daba
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