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que pudiera fallecer, se hincó de rodillas y, con
los ojos arrasados en lágrimas y las manos
levantadas hacia el cielo, prorrumpió en estas
palabras:
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<<-Señor, si queréis una víctima, aquí estoy yo,
mas, por piedad, ícurad a don Bosco!>>.
Y le escribió una carta conmovedora
sobremanera, en la que, después de mencionar su
grande y providencial apostolado, decía: <>. Y esto mismo se lo
repetía a don Juan Cagliero, diciendo 1: <<íMi
vida vale muy poco o nada; pero la de don Bosco es
preciosa, es utilísima para el bien de la Iglesia!
La mía, comparada con la de don Bosco, no tiene
ningún valor; pero la suya es la vida de un Santo;
y ya se sabe que los santos no están en este mundo
para no hacer nada>>.
En el Oratorio hubo una porfía inigualable de
devoción filial. Algunos alumnos rodearon el altar
de María Auxiliadora suplicándola que tuviera a
bien llevárselos enseguida a todos al paraíso, con
tal de que don Bosco volviera a sus hijos sano y
salvo. Estaba, entre aquellos generosos muchachos,
Luis Gamarra, natural de Lombriasco, quien
comunicó a Enría la ofrenda que habían hecho para
alcanzar la curación del amadísimo Padre. Enría
leyó la carta a don Bosco, y el Santo, emocionado,
exclamó llorando:
-íQué muchachos más buenos! íCuánto quieren a
este pobre don Bosco!
Y encargó a Enría que les diera las gracias y
les animara a seguir rezando, porque sus oraciones
eran agradables a Dios.
A propósito de este Luis Gamarra, ponía de
relieve Enría lo siguiente, en el Proceso
Informativo: <>.
También don Domingo Pestarino voló al cielo dos
años después del generoso holocausto, el 15 de
mayo de 1874; y monseñor Galletti <>. Mientras que
don Bosco, <(**Es10.235**))
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