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atento con don Bosco, que éste solía llamarlo su
valiente ortopédico.
La enfermedad era grave, y durante los primeros
días se temía seriamente por su vida. Por eso,
primero en Varazze y después también en Turín, los
que le querían comenzaron a temer que no se
hallara en buenas manos, ya que el bueno del
doctor Carattini sólo llevaba en Varazze unas
semanas. ((**It10.235**)) Con
tal motivo don Juan Bautista Francesia llamó a
consulta al doctor José Fissore, de la Real
Universidad de Turín. Don Miguel Rúa obtuvo
enseguida que éste, que conocía y admiraba
grandemente a don Bosco, fuera a visitarlo.
Y fue, le visitó, habló extensamente con el
médico de cabecera. Y los nuestros, que tanto
miedo tenían, respiraron cuando el doctor afirmó
claramente:
-íQue siga don Bosco tranquilo en manos del
doctor Carattini! íMerece toda confianza!
El doctor Carattini cobró grandísimo afecto a
don Bosco y continuó manifestándolo durante un
cuarto de siglo, cuidando con solicitud
conmovedora y caridad paternal a cuantos
necesitaron su asistencia en aquel colegio.
Tan pronto como supo la señora Susana Saettone,
que don Bosco había caído enfermo, fue a
visitarlo, pese al frío del crudo invierno, volvió
varias veces más para decirle siempre que rezaba y
hacía rezar por su preciosa salud.
Las visitas de la buena señora en aquellos días
angustiosos fueron muy consoladoras para los
Salesianos, que empezaron a considerarla como a
una madre, y ella, a su vez, tuvo la bondad de
llamarlos sus hijos. Fue realmente una fortuna ser
tan apreciados y honrados por ella, porque los
vecinos de Varazze, cuando la veían subir una y
otra vez al Colegio para visitar a don Bosco,
comprendían que se trataba de un hombre poco común
y singular, más aún, de un santo; desapareció al
punto la frialdad y desconfianza que tenían desde
el principio por los nuestros, amistaron con
nosotros y no desmintieron nunca su cordial
adhesión.
Tampoco olvidaba don Bosco en aquellos días a
las almas generosas, que le daban continuas
limosnas para el bien de sus pilluelos y que sabía
se interesaban mucho por tener directamente
noticias de él.
El cuarto día de la enfermedad se las daba a su
<>, la condesa Callori por medio de
don Juan Bautista Francesia, el cual firmaba:
<>.
Entre los que más insitieron por tener noticias
a diario se distinguió
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