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el viático dos días antes, no se creyó necesario
administrárselo de nuevo porque, además, tampoco
parecía haberse agravado.
Retiróse el sacerdote para atender a algunas
ocupaciones urgentes, prometiéndole que le
recomendaría a las oraciones de sus compañeros y
diciéndole que él, entretanto, procurara rezar un
poco al Señor, aunque sólo fuera con el corazón.
A eso de las siete y media de la mañana,
mientras los compañeros reunidos en la iglesia
ofrecían a la Virgen Auxiliadora sus oraciones por
él, comenzó el enfermo a dirigir la mirada hacia
el techo de la enfermería; luego se echó a reír
con gran alegría.
->>Qué te pasa? preguntóle uno de los que
estaban junto a él.
->>No ves?, respondió; >>no ves quién viene
aquí junto a mí? íMira, mira cuántos ángeles! íQué
hermosos son!
Y riendo, miraba a derecha y a izquierda, como
para saludar a los recién llegados, a los que, sin
embargo, sólo él veía. Por fin, alzó de nuevo la
mirada hacia el techo diciendo:
-íTambién la Virgen viene a verme, viene a por
mí! íQué alegría!
Se calló y, con los ojos fijos en el cielo y el
rostro siempre sonriente, entregó su cándida alma,
entre los coros de los ángeles, en manos de la
Virgen María, como esperamos, el día 18, tercer
domingo de junio, a la edad de once años.
El sacerdote, al que hace alusión don Miguel
Rúa, es él mismo, que, por humildad, calló también
otro detalle. El salesiano don Bartolomé Molinari,
que presenció la muerte de Franzero, nos decía que
también estuvo presente ((**It10.219**)) don
Miguel Rúa y que, apenas el piadoso muchacho hubo
exhalado su último aliento, alzó los ojos al cielo
y, volviéndose a los circunstantes, exclamó
conmovido:
-íMe parece haber visto su alma volando al
cielo como una paloma!
José Abrami, natural de Brescia, >> el 19 de
noviembre a los dieciséis años.
Nació el 19 de agosto de 1855. Después de haber
dado claras señales de virtud; para consagrar al
Señor la flor de su edad y entregarse enteramente
al divino servicio, se inscribió en nuestra
Sociedad. Pero Dios no esperó las obras y quiso
satisfacer sus ardientes deseos llamándole a gozar
el premio por el sacrificio hecho de dejar su
tierra, sus parientes y amigos. Confortado con los
auxilios de la religión, llorado por sus
compañeros y superiores, expiraba el 19 de
noviembre de 1871, a los dieciséis años y seis
meses. Pidamos por el descanso de su alma, si
todavía no hubiera sido recibida en las mansiones
eternas.
Eugenio Lecchi, natural de Felizzano, >> el 18
de diciembre a los quince años.
Buen muchacho, respetuoso con los superiores,
afable con los compañeros, aunque poco hablador.
Asiduo a las prácticas de piedad, guardaba en la
iglesia un continente grave y devoto. Estudioso,
diligente y muy despejado, se distinguía por su
éxito en los estudios; después del segundo curso
de gimnasio, saltó el tercero y pasó al segundo de
retórica, en el que ocupaba uno de los primeros
puestos.
Un derrame cerebral le acarreó la muerte, al
cabo de dos días de enfermedad.
>>Quién no descubre y admira, en estas
brevísimas notas, la vida ejemplar que vivían
junto a don Bosco los muchachos del Oratorio?
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