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((**Es10.207**) el viático dos días antes, no se creyó necesario administrárselo de nuevo porque, además, tampoco parecía haberse agravado. Retiróse el sacerdote para atender a algunas ocupaciones urgentes, prometiéndole que le recomendaría a las oraciones de sus compañeros y diciéndole que él, entretanto, procurara rezar un poco al Señor, aunque sólo fuera con el corazón. A eso de las siete y media de la mañana, mientras los compañeros reunidos en la iglesia ofrecían a la Virgen Auxiliadora sus oraciones por él, comenzó el enfermo a dirigir la mirada hacia el techo de la enfermería; luego se echó a reír con gran alegría. ->>Qué te pasa? preguntóle uno de los que estaban junto a él. ->>No ves?, respondió; >>no ves quién viene aquí junto a mí? íMira, mira cuántos ángeles! íQué hermosos son! Y riendo, miraba a derecha y a izquierda, como para saludar a los recién llegados, a los que, sin embargo, sólo él veía. Por fin, alzó de nuevo la mirada hacia el techo diciendo: -íTambién la Virgen viene a verme, viene a por mí! íQué alegría! Se calló y, con los ojos fijos en el cielo y el rostro siempre sonriente, entregó su cándida alma, entre los coros de los ángeles, en manos de la Virgen María, como esperamos, el día 18, tercer domingo de junio, a la edad de once años. El sacerdote, al que hace alusión don Miguel Rúa, es él mismo, que, por humildad, calló también otro detalle. El salesiano don Bartolomé Molinari, que presenció la muerte de Franzero, nos decía que también estuvo presente ((**It10.219**)) don Miguel Rúa y que, apenas el piadoso muchacho hubo exhalado su último aliento, alzó los ojos al cielo y, volviéndose a los circunstantes, exclamó conmovido: -íMe parece haber visto su alma volando al cielo como una paloma! José Abrami, natural de Brescia, >> el 19 de noviembre a los dieciséis años. Nació el 19 de agosto de 1855. Después de haber dado claras señales de virtud; para consagrar al Señor la flor de su edad y entregarse enteramente al divino servicio, se inscribió en nuestra Sociedad. Pero Dios no esperó las obras y quiso satisfacer sus ardientes deseos llamándole a gozar el premio por el sacrificio hecho de dejar su tierra, sus parientes y amigos. Confortado con los auxilios de la religión, llorado por sus compañeros y superiores, expiraba el 19 de noviembre de 1871, a los dieciséis años y seis meses. Pidamos por el descanso de su alma, si todavía no hubiera sido recibida en las mansiones eternas. Eugenio Lecchi, natural de Felizzano, >> el 18 de diciembre a los quince años. Buen muchacho, respetuoso con los superiores, afable con los compañeros, aunque poco hablador. Asiduo a las prácticas de piedad, guardaba en la iglesia un continente grave y devoto. Estudioso, diligente y muy despejado, se distinguía por su éxito en los estudios; después del segundo curso de gimnasio, saltó el tercero y pasó al segundo de retórica, en el que ocupaba uno de los primeros puestos. Un derrame cerebral le acarreó la muerte, al cabo de dos días de enfermedad. >>Quién no descubre y admira, en estas brevísimas notas, la vida ejemplar que vivían junto a don Bosco los muchachos del Oratorio? (**Es10.207**))
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