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((**Es10.201**) Las buenas religiosas fueron visiblemente protegidas por Dios; cuando don Bosco recibió la agradable noticia, junto con una limosna como muestra de gratitud, escribía pidiendo un informe detallado de los hechos. Reverenda Madre: He recibido su carta anterior, y ahora la presente, con los seiscientos francos más la ganancia que sacaremos por el precio del oro. Deo gratias! Llegaron en un momento de grandísima necesidad. Y ahora el ruego de un favor que me interesa muchísimo. De sus líneas deduzco que la mano del Señor ha intervenido sensiblemente en la salvación de sus casas en París. Me gustaría que se conservase el recuerdo de todo ello y fuera como la prenda de otras gracias que la Santísima Virgen concederá ciertamente a ese benemérito Instituto. Ruégole, pues, que, para mayor gloria de Dios y de su Augusta Madre, me escriba una relación lo más extensa y pormenorizada que le sea posible. Yo la guardaré como monumento de las glorias de María y, si llegara el caso de que se quisiera publicar, no lo haré sin ((**It10.212**)) hablar antes de ello con usted. Creo que conviene notar cómo apenas se desataron las calamidades sobre Francia y amenazaban los males a París, comenzaron las oraciones especiales de nuestros muchachos ante el altar de María Auxiliadora y las continuaron hasta cesar todo peligro, en cuyo momento se cantó un solemne Te Deum en acción de gracias. Demos gracias por todo ello a Dios y a su Santísima Madre, y desciendan siempre las bendiciones del cielo sobre usted, sobre la Madre General y sobre todo el Instituto. Con toda gratitud créame de V. S. M. Rvda. Turín, 16-6-1871. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. P. D.-Si necesita algo para Roma, puede pedírmelo. El 25 de agosto volvía a escribirle la madre Eudoxia: <>. A la veneración universal de que era objeto, hay que añadir la confianza con que las autoridades acudían a él en todo momento. He aquí unas pruebas, espigadas en documentos auténticos de 1871. El alcalde, conde Rignon, rogábale el 25 de enero que aceptara tres hijos de la pobre viuda de un calderero en la fábrica de armas; dos de ellos, Antonio y Santiago Fornara, entraban en el Oratorio el (**Es10.201**))
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