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Pasando a la exposición del reverendísimo señor
Obispo de Mondoví, he de confesar que no estoy de
acuerdo con varios puntos, ya que no todas las
circunstancias, por él mencionadas, coinciden con
las que yo recuerdo. Puedo decir con sinceridad y
certeza que compré una tipografía al abogado
Fissore para don Bosco, y que, si sólo pagué por
ella ocho mil quinientas liras, fue porque quería
el dinero al contado; ya que, de no ser así,
hubiera percibido más, y me enseñó las cartas de
impresores que, después de haber visitado la
Tipografía, le ofrecían quince mil, dieciséis mil,
y aún más, pero a largo plazo. Yo, apoyado en
estos motivos, me decidí, y creo haber obrado en
conciencia, a pedir quince mil liras al señor
Obispo; y, si me mantuve firme en ese precio,
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porque ya tenía yo algunas ofertas...
El motivo que me indujo a pedir a Monseñor que
me diera palabra firme de contrato era porque si
él no se decidía, yo la habría vendido a aquéllos
y a otros que se presentaban, que, de otro modo,
si los perdía y Monseñor me devolvía la
Tipografía, hubiera sufrido el perjuicio de no
vender y el de buscar un lugar para tanto materia
1, puesto que me pedían constantemente la
maquinaria. No creo de modo alguno, al menos no
tuve esa intención, haber faltado a la sinceridad
con el señor Obispo manifestándole que la
Tipografía ya era de don Bosco, puesto que, en fin
de cuentas, yo, que trataba el negocio, era
totalmente ajeno al mismo, por cuanto no actuaba
en el asunto más que de intermediario, sin tener,
ni querer, ni esperar de él utilidad alguna para
mí de ninguna de las partes.
Y aquí me viene como anillo al dedo una palabra
de respuesta para la persona por cuyo trámite dice
Monseñor que yo me alegraba de haber sacado al
Obispo de Mondoví unos miles de liras. En verdad,
por muy excepcionalmente notable que sea esta
persona, me encuentro muy tranquilo de conciencia
diciéndole que, o él ha entendido mal, o ha dado
verdaderamente una interpretación muy diversa a
mis palabras, pues sé muy bien que, por óptima que
sea una persona, no por eso es infalible en captar
y mucho menos en referir una expresión ajena.
Como quiera que ello fuere, paréceme que es una
prueba en contra el ver que yo no hacia, como
nunca lo hice con nadie, ningún misterio de lo que
yo gané con esta Tipografía; y tampoco lo hubiera
hecho con Monseñor, si él hubiese creído
manifestárseme tan claramente como lo hizo en la
exposición que a usted envió.
Y, ahora, pasando a la persona muy entendida
que opinó que el contrato, hecho por el Obispo,
era muy mezquino, me gustaría saber si esta
persona se sentiría capaz de montar una tipografía
completa como aquélla por quince mil liras; si se
lo cree, me parece evidente que el tal señor no ha
puesto jamás los pies en una imprenta; será un
estupendo jefe de tipógrafos, cajista, o cualquier
otra cosa, pero, a buen seguro, que nunca gastó
dinero alguno para montar una tipografía, donde
todos los demás gastos de equipo corren parejas
con la adquisición de los caracteres.
El haber aceptado Monseñor la Tipografía sin
inventario no puede achacarse a nadie, puesto que
yo le rogué varias veces que enviase a alguno para
este fin y él envió al teólogo Fissore, que
ciertamente dio un vistazo al conjunto, pero no
tuvo oportunidad de quedarse, como yo le propuse,
para hacer cumplidamente el inventario.
Después de responder tan sumariamente a la
exposición de Monseñor, no me meto en las razones
que, de una y otra parte, pueden aducirse para
rectificaciones. Mi parecer es que el contrato se
hizo en términos suficientemente precisos, para no
tener que oponer objeciones. Eso no quita que, si
entre ustedes se las arreglan de otro modo, yo no
vaya a estar conforme, pues si ustedes, que son
los contrayentes, se consideran más favorecidos
cambiando las condiciones, yo quedaré muy contento
con su satisfacción...
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