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Dios, al preguntarle qué pensaba de aquel <>, exclamó:
-í Verdaderamente es un misterio... un
misterio! Tampoco yo entiendo algunas cosas; pero
como sé que a los Santos no se les puede juzgar
con criterios humanos, íme conformo con admirar lo
que hacen!
Los puntos obscuros procedían de su manera de
actuar, que podían parecer extraños a algunos.
Fiel imitador de Nuestro Señor Jesucristo, que
se limitó en el santo Evangelio a dar a conocer
únicamente los actos exteriores, que revelaban su
misión divina, y no permitió que se dijera nada de
su vida privada, salvo lo referente a lo común y
ordinario, limitóse también don Bosco a mostrarse
como un sencillo y buen ministro de Dios, sin nada
extraordinario, manteniendo habitualmente oculto
todo acto de vida interior.
Era sobrio en la pobre mesa del Oratorio y
seguía siéndolo en los espléndidos banquetes de
las casas señoriales, a las que iba con la
esperanza de recibir alguna limosna para sus
obras, o para agradecer las que había recibido,
mas sin causar molestia a los demás con alardes de
austeridad.
Era siempre el mismo, jovial y sonriente,
indiferente a las alabanzas o a las críticas que
recibía, especialmente de los periódicos, que
hablaban de él sin cesar.
Se mostraba franco e intrépido ante las
autoridades, ante el pueblo y ante nobles
personajes. Tan seguro parecía de sí mismo que, a
veces, se le hubiera ((**It10.5**)) tachado
de temerario; y, en privado, con sus hijos,
habitualmente se manifestaba reservado, casi
tímido y lleno de inefable caridad.
Permanecía tranquilo e impertérrito frente a
las más ásperas y graves contradicciones, frente a
la carencia absoluta de medios materiales. En las
más duras pruebas, era compasivo con los que
sufrían, sentía los dolores ajenos como si fueran
suyos. Se le vio llorar junto al lecho de un
clérigo moribundo o al enterarse de la muerte de
un alumno. Se intranquilizaba y preocupaba al
descubrir o saber que no se cumplía un artículo
del Reglamento, y más aún, cuando sabía que alguno
se portaba mal. Arrugaba el entrecejo cuando oía
hablar de un escandaloso o blasfemo, por el horror
que experimentaba y el dolor que le partía el
corazón. Aunque trataba y llevaba a término con
cautela y prudencia cualquier negocio, por
complicado y difícil que fuera, sin embargo era
paternalmente expansivo con los suyos, a los que
solía comunicar, a veces también a(**Es10.16**))
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