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Reverendo don Bosco:
Si al empezar a subir una escarpada cuesta,
alzo los ojos y perplejo me pongo a observar la
altura, me parece que se trata de una inaudita
fatiga y aun se agrandan más las dificultades y
peligros.
Mas si un consejo paternal me viene a prestar
ayuda, si una voz bondadosa me dice: <<íánimo, que
yo estoy contigo!>>, entonces, con insólito vigor
me lanzo a la obra y alcanzo la meta, que poco
antes era un puro deseo. Contemplo desde allí las
cumbres que están a mis pies; descubro a lo lejos
el mar, que, agitado por indómita tempestad,
parece arrollarlo todo y rebelarse contra el
Cielo; en medio de las olas una ligera navecilla,
guiada por un antiguo y experto piloto, surca las
aguas traidoras, sin miedo a los trallazos de las
olas porque una buena estrella de guía; ella surca
los mares y lleva la luz allí donde no brilla el
sol, es mensajera de paz, de alegría, de amor;
resplandece con luz propia que vigoriza el
corazón.
Pues bien, esto mismo nos pasó a nosotros. Esa
voz amable, reverendo Padre, es la suya que
infunde vigor y fuerza, nos llama a su lado, nos
mantiene unidos bajo una sola bandera, nos da
consejo y vida, nos guía por el recto camino y nos
marca la senda para llegar a la cumbre desde donde
se contempla el mundo.
La senda indicada es la virtud; en la cumbre
está la gloria, premio para quien trabaja y se
afana por el bien; su bondad se dignó volver la
mirada hacia nosotros y nos quiso llamar a su lado
en medio de las dudas y peligros de un mundo
agitado.
-íAh, sí! Bendito sea el cielo, bendito el
feliz momento en que su palabra, prenda segura de
paz, alegría y felicidad para nosotros, vino, no
sólo para servirnos de acicate y estímulo, sino
que cobró el vigor y la fuerza de una ley.
Usted, al confiarnos la alta misión de buscar
con la diversión la utilidad para el Oratorio,
quiso darnos la ocasión de abrir nuestros
corazones, prestar nuestra labor y ofrecer cuanto
estaba en nosotros.
Pues bien, yo ahora me ufano diciéndole que
cumplimos nuestro cometido con toda la buena
voluntad que jamás se pudo imaginar. Nos dominaban
el brío ((**It10.166**))
juvenil, el ardor, el entusiasmo; aprovechamos
todos los recursos para el feliz éxito y he aquí
estas casi cuatro mil liras que representan el
resultado de la operación.
Ciertamente habrá que deducir algunos gastos a
pagar fuera del Oratorio; se trata de unas
setecientas liras, que ya fueron abonadas con la
aportación de nobles y generosas ofertas, que en
estos días hemos recibido de ilustres y bondadosas
personas.
Reverendo Padre, no nos queda más que
presentarle unánimemente nuestro sentido
agradecimiento. Nace de lo más íntimo del corazón
y es una palabra de sincero reconocimiento y
afecto. Desde la cumbre a la que hemos llegado,
queremos enviar un saludo al Venerando
Septuagenario Piloto, que ya alcanza el vigésimo
quinto año de viaje sobre su navecilla.
Los mares, hoy azotados por las más terribles
borrascas, le hacen blanco de sus tremendas iras.
Desencadénense en hora buena los indomables
vientos; él no teme; confía en su estrella, y las
palabras: Portae inferi non praevalebunt (las
puertas del infierno no prevalecerán) le devuelven
con razón toda la calma.
Pero, en tanto, entre los abrojos y espinas que
un mundo perverso le va deparando día a día, no le
será desagradable recibir de nuestra Comisión,
compuesta
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