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Pero la buena mujer insistió tanto que don
Bosco mandó arrodillar al niño, le bendiijo, le
regaló una medalla de María Auxiliadora y lo
despidió, exhortando a la madre a tener confianza.
Salió ésta casi segura de haber obtenido la
anhelada gracia, y no se equivocaba. En efecto,
volvió al Oratorio para presentar el hijo curado
al Santo, el cual le dijo:
-Procure dar una buena y santa educación a su
hijito tan singularmente favorecido con las
gracias del cielo; íésta es la más hermosa prueba
de agradecimiento que espera de usted María
Auxiliadora! Haga que crezca en el temor de Dios y
que respete a la Iglesia y a sus ministros y, si
Dios lo llamare para servirle más de cerca, íno
tuerza su vocación, conságrelo a El!
Aquel año concedía la Santísima Virgen a don
Bosco otra gracia señaladísima en favor de toda la
Iglesia, a saber, la resolución de iniciar su
segunda familia religiosa en pro de la juventud
femenina. Ya había preparado para ella la piedra
fundamental con una humilde hija del campo, la
beata María Dominga Mazzarello, natural de
Mornese, encaminada por los senderos de la
santidad bajo la dirección del sacerdote salesiano
don Domingo Pestarino, recordado con veneración.
En el sexto capítulo del presente volumen
hablaremos del apostolado llevado a cabo por este
digno ministro del Señor, especialmente con las
jovencitas de la Compañía de las Hijas de María
Inmaculada, de la que salieron, llenas de filial y
generosa devoción a don Bosco, las primeras
aspirantes para el nuevo Instituto; hablaremos
también del pacientísimo trabajo realizado por el
Santo para su formación religiosa y de las
virtudes heroicas de María Mazzarello, elegida por
unanimidad primera Superiora y después Superiora
General.
((**It10.165**)) El
gran concurso de devotos se renovó al domingo
siguiente, 28 de mayo, solemnidad de Pentecostés.
Y el primero de junio se reunían en el Oratorio
los jóvenes de la nobleza, que habían estado al
frente de las tiendecillas de la feria, para dar
cuenta a don Bosco de la labor realizada. No fue
extraordinaria la cantidad de dinero recogida,
pero sí considerable, pues, deducidos los gastos
hechos para la adquisición de objetos, libros y
demás accesorios, casi llegó a las cuatro mil
liras. El presidente, Carlos Diego Carrassi,
Marqués del Villar, leyó estas palabras, al
ponerlas en sus manos:
(**Es10.157**))
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