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((**Es10.133**)del servicio de enseñanza en el Colegio-internado, aún con mayores gastos a cargo del presbítero Bosco.>> >>Qué hacer? Don Bosco interpuso recurso de apelación, en el que el abogado Pipino, como resulta por las actas del proceso, presentado el 12 de diciembre de 1871, aducía estas razones para que se reformara la sentencia: El Ayuntamiento, en realidad, no había cumplido más que una pequeña parte de las obligaciones contraídas para adaptar los locales y convertirlos en idóneos para el uso a que estaban destinados. En cuanto a higiene, el Ayuntamiento había engañado no sólo a don Bosco, sino también a la autoridad pública y a muchos padres de los pueblos de alrededor, a quienes el Ayuntamiento había enviado sus prospectos. Fue el Ayuntamiento quien mandó disponer el certificado de salubridad del local, pedido por la autoridad escolástica, y quien lo presentó a ésta; él preparó, publicó y difundió ampliamente el prospecto que tanto exalta la amenidad y salubridad del lugar. En las reuniones que inclinaron a don Bosco a asumir la administración del internado, lo mismo el Alcalde que los Concejales presentes y particularmente el doctor Lissone, médico y delegado escolástico, ((**It10.137**)) aseguraron con insistencia a don Bosco que no abrigase temores acerca de la salubridad del local. Don Bosco está dispuesto a presentar testigos que certifican cómo, durante todo el tiempo que tuvo el Colegio, proporcionó a los alumnos y profesores alimentos de primerísima calidad, pan finísimo, vino de clase, platos de carne casi todos los días, excluyendo casi del todo las verduras y la fruta; y eso, en contra de lo que la sentencia del Tribunal Civil pretende hacer vislumbrar, a saber, que la deplorada enfermedad tiene su origen, no en la insalubridad del local, sino en la defectuosa calidad de los alimentos y del trato que se dio a los muchachos. La desgracia llegó a tal extremo que los médicos, no sabiendo cómo poner remedio, amontonaban prescripciones, sugerencias y consejos, que, aunque buenos en sí, no podían tener efecto práctico inmediato, ni compaginarse con un colegio de adolescentes; como, por ejemplo, hacer extensas plantaciones de árboles hacia el norte, tener cerradas las ventanas casi continuamente, es decir, hasta la mañana muy avanzada y, apenas atardecía, impedir a los muchachos que jugaran en el patio, obligándoles a llevar siempre lana sobre la piel, añadiendo en el café de la mañana una infusión de quinina, para que no se dieran cuenta de ello, y otras cosas por el estilo. La situación llegó a tal punto que los médicos se abstenían de nombrar la quinina en sus recetas o al hablar con los muchachos para no asustarlos, y acostumbraban a designar el remedio con las palabras <>, y se arreglaron para que el Colegio la comprara al por mayor en Turín. Y mientras el Ayuntamiento pretendía que don Bosco siguiera teniendo abierto el Colegio, aún no le había pagado la última cuota del estipendio correspondiente al año 1871, de modo que don Bosco estaba esperando todavía tres mil y pico liras de las que el Ayuntamiento olvidaba serle deudor. (**Es10.133**))
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