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3.° Fábrica de ladrillos, porque se emplean
mucho.
4.° Curtido de pieles, que se enviarían a
Francia, a precio más bajo que las italianas.
5.° Una pastelería al gusto italiano tendría
mucho trabajo, porque agrada mucho a los que
vienen de Italia, pero allá no hay quien sepa
hacerla.
6.° También tendrían trabajo zapateros y
sastres, si se limitase el precio de obra al que
aquí corresponde a cincuenta céntimos al día, pero
que allá sólo bastaría para la comida.
La imprenta, si sólo se limitase a los diarios,
no nos sería posible, porque para superar la
competencia se necesitaría sacrificar un millón y
aún así sería incierto el éxito, no siendo en una
gran capital.
Pero, si se trata de otro género de
publicaciones periódicas interesantes, se podría
tener éxito; sin embargo, sería mejor todavía la
impresión de libros poco voluminosos, porque en
América se estudia muy poco, a pesar de que se lee
muchísimo.
De todos modos, el que más triunfa allá no es
el que publica ediciones económicas; ni es el
precio económico lo que mueve a leer, sino lo
lujoso de la edición y de la portada, y sobre todo
los grabados finísimos y graciosos. Prefieren
gastar cinco, diez dólares en un bonito libro,
antes que medio dólar en un libro poco
interesante.
Yo creo que, para preparar el camino a una
imprenta allá, habría que imprimir aquí antes un
hermoso catecismo de la diócesis de Savannah,
junto con las prácticas más esenciales: oraciones,
confesión, examen general y breve, comunión,
visita, rosario, vía crucis y, por último,
vísperas del Domingo.
Un librito como éste, bien encuadernado, con
canto rojo o dorado, costaría aquí unos cincuenta
céntimos, tal vez sesenta. Envío-aduana 30 %,
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serían ochenta céntimos y se vendería allá a cinco
francos. Yo enviaré enseguida desde allá el
modelo, reconocido por el Obispo, y el librito
tendrá salida.
No sé, pero me temo que por el camino de
suscripciones haremos poca cosa, por el descuido
que tienen en pagar cuando son cosas de poca monta
y, además, se cansan de todo. El mejor camino es
escoger buenos libros y procurar su rápida y
amplia venta, y el medio para ello en América es
más fácil que en Italia.
Pero observo que una tipografía, si bien podría
dar muchos medios al Instituto, pondría en mala
situación a los jóvenes que saliesen con éste
único oficio para vivir.
Yo me inclinaría, en cambio, por la
agricultura. Esta ocuparía a nuestros jóvenes, al
mismo tiempo que estudiaban, y se la podría hacer
servir como de recreo, pues no agrada allá tanto
jugar; reportaría mucha utilidad a la casa y al
pueblo, nos traería riqueza y también a los mismos
jóvenes que, al salir, adquirirían tierras y
vivirían independientes. Además ganaríamos
muchísimo en el aprecio general. Tendremos fincas,
frutales y trabajo para ocupar en él a
carpinteros, albañiles y levantar viviendas para
venderlas con grandes ganancias.
Este plan me permitiría llevar allá a
centenares de sus jóvenes de cualquier capacidad,
sin el menor apuro para mí, pues con un solo
asistente director, me bastaría yo para guiarlo
todo.
Recuérdese que el Obispo de Savannah me da
setecientos acres de tierras, de escaso
rendimiento si los doy a cultivar a obreros
pagados; pero de mucha ventaja si los cultivamos
nosotros; y además están contiguos a la ciudad y
pronto quedarán dentro de ella.
El Obispo de Florida también los querrá
enseguida en San Agustín. En este caso rogaré a
usted que no se comprometa con aquel Obispo, sin
pedirme informes.
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