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Cuando el Padre llegue de vuelta a Turín, escogerá
y ((**It10.1363**))
enviará los que crea más oportunos, juntamente con
carpinteros, albañiles y materiales de
abastecimiento, etc.
Ni menos, ni más de dos deben ser, pues, los
que vengan conmigo.
Punto segundo.->>Quiénes serán estos dos? Por
lo que han de hacer allí puede calcularse quiénes
deben ser.
Uno debe conocer, ver y concertar todo con el
Obispo y, ganada su confianza, ser corresponsal
suyo y nuestro en Turín y, más que corresponsal,
apoyo del Obispo y protector nuestro. Es evidente
que sólo el Superior puede responder a este
objeto. Por eso, insisto que, si es posible, se
determine a hacer este sacrificio. En caso
contrario, no ve más que tres personas, que
podrían suplirle: don Miguel Rúa, don Juan
Cagliero y don Angel Savio. Le ruego, Rvmo. Padre,
que no piense en buscar otros. Sé lo
indispensables que son para esta casa; pero ésta
es una casa ya hecha, y aquélla, en cambio, es
dificilísima de hacer; además, no es más que para
unos cinco meses.
Y como ya queda dicho que, al regresar, tienen
que proveer de lo necesario para la fundación de
allá, comprende usted perfectamente que, si no
fueran influyentes en la casa, tendrían que
someter sus disposiciones a quien no las sabría
entender y, por consiguiente, echarlo todo a
perder.
El puesto que ocupa don Miguel Rúa, su aguda
prudencia, su ciencia, sus afables maneras, y el
conocimiento que ya tiene del inglés, le señalan
como el primero desde todo punto de vista. Yo,
además, tengo especial confianza con él y esto
también vale algo para que yo pueda decirlo todo.
Don Juan Cagliero, Director espiritual, teólogo y
de buen criterio, tiene la ventaja de su nombre,
conocido allí por su música. Esto abriría una
entrada rápida a las simpatías del público, al
tiempo que respondería al resto del cometido. Don
Angel Savio es muy juicioso y simpático y entiende
de negocios. Usted verá si después responde a
todo. Don Francisco Dalmazzo, como Rector del
Colegio de Valsálice y en particular por sus
maneras distinguidas y amables (cosa tan buscada
en América) podría interesar de cara a esta
selección, pero no le conozco del todo, en cuanto
a espíritu y capacidad.
Para el segundo, que debe asociarse a esta
primera expedición, el cargo a que se le destina,
de maestro de inglés y de latín, ya dice con
bastante claridad quién debe ser. No puede ser uno
que no posea el inglés desde su nacimiento. Yo no
podría suplirlo. Llevar allá un profesor de
inglés, sin que sea ésta su lengua materna,
asegura el fracaso; más valdría renunciar a la
obra. Las monjas francesas, aunque muy queridas,
están condenadas a los asilos y a los negros,
porque no son aptas para el inglés.
Un misionero puede ser admirado, pero un
maestro fracasa, si no ha mamado la lengua
inglesa.
En nuestra casa no veo más que Duffy, irlandés.
Aunque éste no se inclina al sacerdocio, puede
igualmente venir para quedarse dos años; ((**It10.1364**))
después, si quiere, se quedará como maestro, o se
buscará un empleo, que no nos faltará allá y más
lucrativo que aquí.
Pero, si no ha de venir él, no creo que se
pueda pensar en otros de esta casa. El suizo tiene
buena pasta: como misionero puede resultar, pero
no como profesor de inglés. No conviene, en
absoluto, que venga ahora, y si tuviere que venir
más adelante, permítame hacer alguna observación
sobre su celo, que podría superar los límites
permitidos por nuestras delicadísimas
contingencias.
Hay, en cambio, uno en esta casa, que, si le
pudiésemos tener allá en un puesto
(**Es10.1251**))
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