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una bonita ciudad con un comercio imponente, que
centraliza todo lo que Alabama, Florida, Georgia y
parte de Carolina trafican. No hay en ella un solo
colegio medio masculino y, en cambio, abundan las
escuelas superiores y universidades. Pero, en
ochocientas millas al norte y más de mil al sur,
no hay ni un miserable colegio libre, ni
protestante, ni católico. Esto basta para
demostrar la necesidad de un colegio.
Savannah católica tiene dos escuelas libres con
muchísimo alumnado y un orfanato masculino
confiados a las monjas. Es fácil comprender que,
si estuviesen en manos de sacerdotes, lo mismo
éste que aquéllas, llenarían mejor su cometido y
los deseos del Obispo y de los ciudadanos, que dan
los fondos para sostenerlos.
Savannah no tiene más que seis sacerdotes en la
ciudad y nueve para toda la vasta diócesis. Faltan
sacerdotes y los que hay no tienen una casa donde
hacer sus ejercicios y acudir para satisfacer sus
necesidades espirituales y científicas.
Ahora, esto que había nacido y vivía en mi
alma, sin esperanza de poder realizarlo, volvió de
repente a mi pensamiento en el momento en que
monseñor Gross me daba su encargo para un
Seminario diciendo:
-A mí me basta que me deis sacerdotes para la
diócesis.
No tenía yo tiempo ni importaba que le dijese
al Obispo lo que pensaba añadir al Seminario.
Tanto más cuanto que yo pensaba retirarme a una
casa religiosa.
Ahora bien, es evidente:
1. Que un seminario puede ser colegio y
seminario a la vez, al menos hasta la teología. Y
así quedarían reducidos los gastos del colegio y
del seminario, puesto que la casa, la
administración, la dirección, la enseñanza, el
servicio, pueden servir para uno y para otro al
mismo tiempo.
2. Que los alumnos del seminario, si no ofrecen
fundadas esperanzas para el sacerdocio, quedan,
sin ser licenciados, en condiciones para pasar a
la educación ((**It10.1360**))
seglar y los alumnos del colegio tienen la
oportunidad y comodidad de pasar de éste a aquél.
3. Que, mediante una sencilla división y
diferente salida, también el orfanato puede estar
bajo el mismo techo, con la misma administración y
dirección, y para la vigilancia y enseñanza pueden
servir los clérigos de la casa.
4. Que las escuelas libres pueden ser
entregadas a esta casa y, de este modo, lo que
perciben los maestros de éstas y las religiosas de
los orfanatos masculinos puede ingresar en la caja
del seminario.
5. Que la casa del seminario puede servir para
casa de ejercicios y de subsidio espiritual y
científico del clero.
6. Que los sacerdotes de la casa pueden ayudar
al Obispo para la predicación y las confesiones.
Y, sin embargo, no está aquí todo todavía, ni
siquiera lo más importante.
Piensa el Obispo que setecientos acres de
tierra, arrendados o cultivados, bastan para
mantener un seminario. Tal y como están, apenas
bastarían para pagar al agente que los administra.
Darán buen rendimiento, si se los cultiva como es
debido, pero esto requiere gastos y tiempo, que no
nos convienen. Podrían ayudarnos, si se vendieran
oportunamente, y con su importe bastaría para
fundar e ir adelante dos o tres años.
Pero, si en cambio añado el colegio, satisfago
con ello el deseo de los ciudadanos, me gano sus
simpatías y por tanto sus bolsas. Así, la casa
fundada para colegio me sirve también para
seminario, y las buenas pensiones de los
colegiales mantienen el personal, que sirve para
lo uno y para lo otro.
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