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de la planta del altar mayor, una urna de pórfido,
cerrada con una losa de este mismo mármol, dentro
de la cual, en agosto de 1871, se encontraron tres
esqueletos en óptimas condiciones. La Santa Sede
avocó para sí el juicio sobre la autenticidad de
aquellas reliquias y, después de cuidadosísimo
examen, Pío IX, en la carta encíclica del 7 de
diciembre de 1873, confirmó la sentencia de la
Sagrada Congregación de Ritos: a saber, que los
cuerpos allí descubiertos correspondían a los de
los santos Ambrosio, Gervasio y Protasio.
Y sirva de colofón de cuanto hemos expuesto un
hecho, que es una prueba clarísima de que no sólo
don Bosco, sino todos los que lo conocían bien,
tenían delante la visión del maravilloso porvenir
de la Pía Sociedad.
En 1874, cuando se celebraban las fiestas del
decimoquinto centenario de la ordenación episcopal
de san Ambrosio, fue también a Milán monseñor
Gastaldi para honrarlas con su presencia; ((**It10.1354**)) y,
sentado a la mesa con muchos obispos y
distinguidos personajes, preguntóle uno:
-Vos, que tenéis a don Bosco en casa, >>qué
decís de él y de los Salesianos? Sabemos que os
revuelve la diócesis; decid con claridad:
>>quién es ese don Bosco? >>Qué hace su
Congregación?
-Los Salesianos hacen mucho bien, contestó,
pero podrían hacer mucho más, si fueran más
obedientes a su Arzobispo. No cabe duda, dentro de
poco don Bosco asombrará al mundo entero con la
energía de su Congregación. Ahora está en sus
débiles comienzos, pero pronto alcanzará
proporciones gigantescas. Vivirá del espíritu de
tantas otras corporaciones religiosas, pero
mientras éstas, perseguidas por el mundo y el
demonio, irán decayendo, ella se difundirá por
todo el mundo, la buscarán todas las potencias,
extenderá sus ramos de uno al otro polo. íNinguna
fuerza humana podrá impedir su desarrollo!
-Pero >>creéis vos, Monseñor...?
-íSí!, estoy convencido de que los Salesianos
están destinados a subsistir a aquellas órdenes
religiosas, cuyo tiempo ha pasado, y a recoger su
herencia.
Pese a estas declaraciones, Monseñor continuó
oponiéndose a don Bosco. Este le preguntó un día
por qué obraba de este modo y le respondió:
-También la Iglesia, para consolidarse y echar
hondas raíces, necesitó tres siglos de
persecución.
-íMonseñor!, exclamó sonriendo el Santo: íme
parece que V. E.
no busca muy buena compañía!
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