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Muy querido Bonetti:
Si ya hubieras planeado algo sobre la vida de
Jesucristo en el sentido indicado, me gustaría
mucho que pusieras manos a la obra; actualmente no
tengo a otros a quienes confiar este trabajo
delicado, pues todos están ya sobrecargados de
trabajo.
Tal vez a fines de la próxima semana pueda
decirte algo más. Rogad, mientras tanto, para que
el demonio no eche a perder las cosas.
Dirás a los de la Compañía del Santísimo
Sacramento que les recomiendo me ofrezcan una
santa comunión.
Dios nos bendiga a todos. Reza por tu pobre,
pero siempre en Jesucristo,
Roma, 25 de 1874.
Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
Pero las muchas ocupaciones no permitieron a
don Juan Bonetti llevar a cabo el trabajo deseado.
La difusión de buenos libros entre el pueblo y
los jóvenes fue una continua preocupación del
Santo y también una de las finalidades
particulares asignadas a la Pía Sociedad.
Un antiguo alumno del Oratorio de San Luis,
Francisco Amedei, daba este testimonio:
El año 1874 (si no me equivoco) me encontraba
al servicio de la piadosa señorita Carolina
Palliotti (hoy señora Tofanetti), que fue honrada
muchas veces con la visita del santo varón, y más
aún, en varias ocasiones hízole suave violencia
para que aceptase honrar su mesa. En mi condición
de criado y camarero, no hay que decir que me
parecía indiscreto escuchar su conversación y que
me puse muy contento cuando aquella señorita,
haciendo recaer la conversación sobre mi persona,
dijo que yo sentía mucha inclinación al estudio
(ojalá hubiera sido verdad) y que dedicaba las
horas libres a leer y escribir. Al oír esto,
preguntóme el buen padre qué estudios había hecho
y qué libros leía, y le contesté, mostrándole el
que estaba leyendo aquellos días. Era una obra de
Maquiavelo. Al ver la portada me dijo que no era
un libro adaptado para mí, y que, si quería
cambiarlo por otro, él me traería ((**It10.1351**)) uno
más conveniente para mi edad de diecisiete años.
Acepté de buen grado el cambio. Al retirar el
libro, me dijo con gracia que los escritos de
Maquiavelo eran sinónimo de malicia, y citó el
dicho, que todavía corre, a saber, que cuando uno
ha hecho una bribonada se dice que ha obrado de un
modo maquiavélico.
Mantuvo, pese a sus grandes y apremiantes
quehaceres, la palabra dada, y se acordó de un
humilde criado. Muchos días después volvió
trayéndome el libro prometido, que era el Joven
Cristiano. Al entregármelo, me preguntó si tenía
alguna inclinación al estado eclesiástico. Le
contesté con franqueza que mis ideas eran más bien
guerreras y deseaba sentar plaza en el ejército.
Diome después su bendición, con augurios de que
fuera un buen soldado y un buen padre de familia.
Su pronóstico se cumplió. Fui soldado de
caballería durante cinco años y soy ahora padre de
familia. Guardo todavía, como uno de los recuerdos
más queridos, el libro que entonces recibí.
(**Es10.1237**))
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