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((**Es10.1227**) En la peregrinación regional a Nuestra Señora del Laghetto, del 9 de mayo, uno de nuestros hermanos, que tenía una hija única, la había visto consagrarse a Dios en la Congregación de las Hermanas del Buen Socorro. Al quedarse libre, prometió a la Santísima Virgen dedicarse a la instrucción y educación de los jovencitos abandonados por la calle. Un joven seminarista, próximo ya al sacerdocio, había hecho la misma promesa. Era el 9 de mayo; al regresar del Santuario se enteró de que el padre Papetard, antiguo capitán de infatería, milagrosamente salvado en el asedio de Constantina, había llegado a ser el Superior de las Misiones Africanas en Niza, y había comprado para su Congregación una finca situada en la plaza de la Croix de Marbre. Se acercó a pedirle un trocito de terreno, que le fue concedido inmediatamente. Había allí una caballeriza que fue ((**It10.1339**)) reparada y transformada muy pronto en capilla, otra dependencia fue destinada a escuela, y el día 31 del mismo mes de mayo, con la autorización del Obispo, se celebró la primera misa en la nueva capilla y quedó constituido el Patronato. El barón de Saint-Yon, al tener noticia de esta fundación, envió un regalo de quinientos francos. Muy pronto comprendió que era una obra necesaria, pues se cercioró de que hasta los mismo niños de las mejores escuelas sabían muy poco catecismo; incluso encontró algunos tan abandonados, que tenían la playa por vivienda. Por eso añadió a su Obra una escuela nocturna. Pero el buen Hermano, que se había entregado a tan pesada tarea, como estaba él solo para llevar aquella carga, vio extenuarse sus fuerzas y cayó enfermo. Entonces el Presidente del Consejo local, de paso por Turín, tuvo la idea de acudir a don Bosco y rogarle que fuera a Niza para atender a los niños abandonados. -Lo quiero, e iré de buena gana, respondió el santo sacerdote. -Mas para esta obra hace falta mucho personal y mucho dinero, replicó al Presidente, y yo no cuento con un hombre, ni un centavo para ofrecéroslo. El hombre de Dios no se desanimó por tan poca cosa, y después de reflexionar, contestó: -En las obras de Dios sólo hay que pensar si son necesarias o no. Si no son necesarias, no conviene meterse en ellas; en cambio, si son necesarias, es preciso emprenderlas sin temor de ningún género. Los medios materiales son como una propina que Dios ha prometido y El cumple sus promesas. ->>Y cómo os las apañaréis entonces?, prosiguió su interlocutor reanimándose. -Os enviaré dos sacerdotes. ->>Y qué harán estos dos sacerdotes? -Empezarán a trabajar y, trabajando, ya verán lo que es preciso hacer. ->>Y qué habrá que dar a estos dos sacerdotes? -Una habitación que los defienda de la lluvia, y un plato de sopa cada día. -Hasta ahí pueden llegar nuestros recursos, exclamó el Presidente. Y se convino en que don Bosco iría a Niza, visitaría al Obispo y se informaría de todo. En efecto, vino, visitó nuestro pequeño Patronato, y nos animó a seguir con él. Pero nosotros dudábamos todavía, temíamos que, al llamar maestros extranjeros para nuestros muchachos, se nos tildara de poco patriotismo. Renovamos nuestras instancias ante el Superior de los Hermanos de la Doctrina Cristiana para que aceptara él la Obra. Nos dijo que le entregáramos una instancia por escrito que él remitiría al Superior General, pero la instancia quedó sin respuesta. ((**It10.1340**)) Por fin nuestro Presidente General, el señor Baudón, disipó nuestros escrúpulos escribiéndonos que, en las obras de caridad, debemos dar de lado toda preocupación política, y alentándonos a proceder en nuestro proyecto. (**Es10.1227**))
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