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En la peregrinación regional a Nuestra Señora
del Laghetto, del 9 de mayo, uno de nuestros
hermanos, que tenía una hija única, la había visto
consagrarse a Dios en la Congregación de las
Hermanas del Buen Socorro. Al quedarse libre,
prometió a la Santísima Virgen dedicarse a la
instrucción y educación de los jovencitos
abandonados por la calle. Un joven seminarista,
próximo ya al sacerdocio, había hecho la misma
promesa. Era el 9 de mayo; al regresar del
Santuario se enteró de que el padre Papetard,
antiguo capitán de infatería, milagrosamente
salvado en el asedio de Constantina, había llegado
a ser el Superior de las Misiones Africanas en
Niza, y había comprado para su Congregación una
finca situada en la plaza de la Croix de Marbre.
Se acercó a pedirle un trocito de terreno, que le
fue concedido inmediatamente. Había allí una
caballeriza que fue ((**It10.1339**))
reparada y transformada muy pronto en capilla,
otra dependencia fue destinada a escuela, y el día
31 del mismo mes de mayo, con la autorización del
Obispo, se celebró la primera misa en la nueva
capilla y quedó constituido el Patronato. El barón
de Saint-Yon, al tener noticia de esta fundación,
envió un regalo de quinientos francos.
Muy pronto comprendió que era una obra
necesaria, pues se cercioró de que hasta los mismo
niños de las mejores escuelas sabían muy poco
catecismo; incluso encontró algunos tan
abandonados, que tenían la playa por vivienda. Por
eso añadió a su Obra una escuela nocturna.
Pero el buen Hermano, que se había entregado a
tan pesada tarea, como estaba él solo para llevar
aquella carga, vio extenuarse sus fuerzas y cayó
enfermo.
Entonces el Presidente del Consejo local, de
paso por Turín, tuvo la idea de acudir a don Bosco
y rogarle que fuera a Niza para atender a los
niños abandonados.
-Lo quiero, e iré de buena gana, respondió el
santo sacerdote.
-Mas para esta obra hace falta mucho personal y
mucho dinero, replicó al Presidente, y yo no
cuento con un hombre, ni un centavo para
ofrecéroslo.
El hombre de Dios no se desanimó por tan poca
cosa, y después de reflexionar, contestó:
-En las obras de Dios sólo hay que pensar si
son necesarias o no. Si no son necesarias, no
conviene meterse en ellas; en cambio, si son
necesarias, es preciso emprenderlas sin temor de
ningún género. Los medios materiales son como una
propina que Dios ha prometido y El cumple sus
promesas.
->>Y cómo os las apañaréis entonces?, prosiguió
su interlocutor reanimándose.
-Os enviaré dos sacerdotes.
->>Y qué harán estos dos sacerdotes?
-Empezarán a trabajar y, trabajando, ya verán
lo que es preciso hacer.
->>Y qué habrá que dar a estos dos sacerdotes?
-Una habitación que los defienda de la lluvia,
y un plato de sopa cada día.
-Hasta ahí pueden llegar nuestros recursos,
exclamó el Presidente.
Y se convino en que don Bosco iría a Niza,
visitaría al Obispo y se informaría de todo. En
efecto, vino, visitó nuestro pequeño Patronato, y
nos animó a seguir con él. Pero nosotros dudábamos
todavía, temíamos que, al llamar maestros
extranjeros para nuestros muchachos, se nos
tildara de poco patriotismo. Renovamos nuestras
instancias ante el Superior de los Hermanos de la
Doctrina Cristiana para que aceptara él la Obra.
Nos dijo que le entregáramos una instancia por
escrito que él remitiría al Superior General, pero
la instancia quedó sin respuesta. ((**It10.1340**)) Por
fin nuestro Presidente General, el señor Baudón,
disipó nuestros escrúpulos escribiéndonos que, en
las obras de caridad, debemos dar de lado toda
preocupación política, y alentándonos a proceder
en nuestro proyecto.
(**Es10.1227**))
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