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Escribió también afectuosamente al clérigo
Cinzano a Pecetto Torinese:
Muy querido Cinzano:
No te preocupes por lo que tendrás que hacer.
Sólo hace falta que vengas con buena voluntad y,
juntos, concertaremos lo que puedes y no más.
No pierdas nunca de vista que estás con un
amigo, que no ((**It10.1323**)) desea
más que tu bien espiritual y temporal. Y esto lo
alcanzaremos con el auxilio del Señor y teniendo
siempre el corazón abierto.
Dios te bendiga; saluda a tu madre, ruega por
mí, que soy
Nizza Monferrato, 19-10-1874.
Tu afmo.
amigo en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.
Pasado mañana en Turín.
Don Joaquín Berto anotaba dos detalles muy
curiosos; el primero sucedió en Nizza Monferrato,
y el otro, apenas llegó a Turín:
El día 19 de octubre de 1874 fui a Nizza
Monferrato y llegué a eso de las cuatro y media al
chalet de la señora condesa Corsi. Y la señora
Condesa me dijo que la noche anterior don Bosco
había visto un resplandor en la habitación donde
dormía. Se levantó de la cama, se acercó y quedó
deslumbrado; no tocó ni agarró nada; volvió a la
cama y siguió viéndolo. Miró a ver si era el
reverbero de algún farol en las ventanas; pero las
ventanas estaban cerradas con persianas. El
resplandor estaba detrás de la puerta. Lo mismo
sucedió en las noches siguientes del 20 y del 21.
Yo mismo, antes de acostarme, quise cerciorarme de
que la ventana estaba bien cerrada y si el
resplandor podía venir del exterior, pero me
pareció imposible.
Día 23. -Vino a vernos el señor LiŠvre, antiguo
alumno del Oratorio, y hoy primer taquígrafo o
jefe de la oficina de taquigrafía de la Cámara de
Diputados y entre otras cosas, me dijo:
-Me alegro de que don Bosco haya contribuido a
hacer volver al redil tres ovejitas descarriadas,
al padre Passaglia, a Juan Castro y a don
Ambrogio. Así lo publicó el diario La Sicilia.
Y La Pulce (La Pulga) de Turín escribía un
artículo repugnante sobre estas supuestas
conversiones, porque sólo Juan Castro se había
arrepentido.
A mediados de octubre la Santísima Virgen
Auxiliadora curaba a una bienhechora del Oratorio.
Anita Bertolotti de Fava, que desde hacía
varios años sufría de vez en cuando dolores en la
columna vertebral. Se le calmaban con alguna
sangría. Pero en 1874, a la vuelta de una
peregrinación a Lourdes, los sintió recrudecerse.
Como los médicos no sabían emitir
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